El racó del Calcio
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Alguien que se apellida Baggio no pudo ser un gran mediocentro. Baggio solo hay uno, y es el mejor jugador italiano de los ultimos 30 años.
El resto son simples imitaciones de mal gusto. O tu crees que algun portero que se llame Cruyff podria ser el mejor del Mundo?
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@Noirot:
Baggio solo hay uno, y es el mejor jugador italiano de los ultimos 30 años.
Sí, Dino Baggio era molt gran, però jo per davant seu posaria a Diego Fuser.
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@El País:
El Lazio salvaje de Collina
ENRIC GONZÁLEZ
EL PAÍS - Deportes - 28-11-2005Pierluigi Collina, recién retirado después de años como símbolo del mejor arbitraje, ha desvelado un secreto: es tifoso del Lazio. Lo cual no tiene nada de extraño porque todos los árbitros, como todos los jugadores, simpatizan con un equipo u otro. Collina explicó el otro día que, de pequeño, seguía al Bolonia, el equipo de su ciudad natal, y que su epifanía lacial se produjo contemplando a un defensa implacable llamado Wilson, un jugador por el que enloquecía el futuro árbitro.
Hay quien ha recordado el 14 de mayo de 2000 y ha montado un poco de bronca. Ese día, última jornada del campeonato, Collina arbitró el partido Perugia-Juventus. El Juventus tenía 71 puntos. El segundo clasificado, el Lazio, con 69, jugaba en su campo contra el Reggina. En Perugia caía un diluvio, el césped estaba imposible y se preveía la suspensión. Pero Collina, tras una larga espera y contra la opinión de los juventinos, hizo rodar la pelota. El encuentro fue una parodia sobre barro y venció el Perugia por 1-0. En Roma ganó el Lazio, que se llevó por sorpresa el scudetto.
Cosas que pasan. También es cierto que el Lazio no fue capaz de ganar en los diez primeros partidos que le arbitró Collina.
No; la confesión de Collina no obliga a revisar resultados. Sí arroja, sin embargo, nueva luz sobre el carácter de un hombre célebre por su ecuanimidad, por su vida ordenada -buen padre de familia e intachable asesor financiero- y por la simpatía de su imagen pública.
El jugador del que se enamoró el joven Collina, Joseph Pino Wilson, era un personaje peculiar. Y el Lazio al que entregó su corazón, el de principios de los años 70, fue la única banda armada que ha conseguido un scudetto, el de 1974, en la historia del calcio.
Lo de banda armada no es una metáfora. Casi todos los jugadores de aquel Lazio tenían licencia de armas y llevaban siempre encima la pistola. Eran chulos, duros, insensatos, feroces, autodestructivos. Cuando los Chinaglia, Wilson, Martini, Luciano y demás pasaban los controles para embarcar en el avión, iban sacando del bolsillo revólveres magnum y pistolones de gran calibre. Practicaban el paracaidismo, pregonaban sus ideas fascistas y se llevaban tan mal entre sí que todos los partidillos de entrenamiento acababan en drama. O no acababan. Dice la leyenda que la plantilla estaba dividida en dos facciones, la de Chinaglia y la de Martini -hoy, parlamentario de la neoposfascista Alianza Nacional-, y que ambas se enfrentaban en los entrenamientos. Como nadie aceptaba la derrota, y dado que en el vestuario había armamento pesado, los partidillos duraban hasta bien entrada la noche si antes no se había llegado a un empate honorable que satisfaciera a ambas partes.
Wilson, nacido en el Reino Unido e hijo de un oficial de la Marina británica establecido en Nápoles, compartía las ideas y las aficiones peligrosas de sus compañeros, pero tenía un poco más de cabeza dentro y fuera del campo. Dentro, compensaba su estatura moderada (1,73 metros) con una colocación y una rapidez de reflejos extraordinarias. Fuera, se licenció en Derecho y se hizo un futuro al margen del fútbol.
Otros se organizaron peor. Luciano Re Lecconi, el motor de aquel Lazio, murió en 1977, tres años después de ganar el scudetto. Le acribilló un joyero cuando el futbolista entró en su local con una pistola falsa en la mano, se supone que para gastar una broma. Luciano y aquel Lazio eran así.
Resulta curioso que aquel grupo salvaje, temido por todos los árbitros, siga siendo el arquetipo futbolístico de Pierluigi Collina.
Utilidades
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Estaba claro que detras de esa imagen que intentaba dar de justiciero pasado de rosca,rectitud e insobornabilidad algo oscuro deberia esconder.
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Defensas con revólveres. No es mala idea.
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La tradició continua amb jugadors com Di Canio, que en la seva joventut va pertanyer als irriducibili, ultres feixistes de la Lazio. Bona colla d'amics dels nens eren els Chinaglia i companyia.
Per cert, una curiositat. Si no recorde malament, Chinaglia és el major golejador de la historia de la antiga lliga americana de Soccer, on va formar part del Cosmos, junt a Beckenbauer i Neeskens.
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Menudo energumeno el Collina este.
Compensador a mas no poder, y con la camiseta blanca siempre debajo de la de arbitro en partidos de Champions.
No habia partido compretido para el R. Madrid en Europa, donde Collina no lo arbitrase, y siempre barriendo para el mismo sitio. Se ve que los jamones y gambas, de los que le debio hablar Capello, hicieron mella en singular arbitro.
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Se me olvidaba. Golito de Luca Toni. Ya van 16.
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Se me olvidaba. Golito de Luca Toni. Ya van 16.
A eixe tio li paga Florentino per a fotre a Eto'o.
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@Lineker:
Se me olvidaba. Golito de Luca Toni. Ya van 16.
A eixe tio li paga Florentino per a fotre a Eto'o.
M'agradaria prendre'm una d'eixes pindoletes teues per a entrar ni que foren deu minuts en eixe univers conspiratiu on tot gira entorn al Barça
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Jo les he provat, Cullerot, l'amic Lineker m'en va oferir. Però a mi em va pegar per dir que tots conspiraven en contra del Màlaga, i clar, no es el mateix…..
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És clar,…ni ser Serafín Roldán Freire té el mateix glamour que ser Gary Laporta...
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Mirad nenes, he encontrado un blog de enric-gonzalezófilos como nosotros. Parece que hay una buena colección de artículos antiguos, además de que también publican los nuevos de cada semana y de otros autores. No tiene mala pinta.
Os pongo uno que ya había leído en su día. Forza Toro:
@EL PAÍS:
Desgracia Grana
El Torino no ha ganado ninguno de sus últimos cuatro partidos y lleva 273 minutos sin marcar. Después de cinco victorias consecutivas en el arranque del campeonato y cuando parecía tener casi al alcance de la mano el sueño del retorno a Primera, el viejo Toro atraviesa una fase triste.
Pero esto no es nada. El club más desgraciado de todos los tiempos ha sufrido cosas muchísimo peores. La tifosería grana sabe encajar cualquier adversidad.
¿Qué otra sociedad futbolística tiene un santuario como el de Superga? Ahí está el monumento a los muertos de 1949, un maravilloso grupo de jugadores desaparecido en un instante. El avión que devolvía al gran Torino de un amistoso en Lisboa -en el que a punto estuvo de viajar Kubala, recién huido del Este y en tratos para fichar por la que era la mejor formación del planeta- se extravió en la niebla cuando iba a aterrizar y se estrelló contra el monte Superga. No hubo supervivientes. Y se abrió un hueco en el corazón de Turín que en parte ocupó la Juventus, el club de la Fiat.
Mi amigo Lorenzo me recordó que hubo otro momento negro en la historia grana. Este mes se cumplen 37 años. Fue un 15 de octubre cuando voló Gigi Meroni, la mariposa grana. Pocos futbolistas fueron tan amados y criticados como Meroni, un tipo peculiar, irremediablemente libre. Quizá en su debut alguien recordó que el piloto del avión de Superga se llamaba también Meroni. Un Meroni rompió el alma del Toro y otro Meroni se la devolvió: con aquel tipo flaco en el extremo -le daba igual la derecha que la izquierda- los grana parecían destinados a recuperar la primacía turinesa.
Gigi Meroni pertenecía a la categoría de los Garrincha y los Best. Era un genio loco que regateaba tres veces al mismo contrario si pensaba que ese engorro resultaba estéticamente apropiado para un juego que sólo entendía él; que sorteaba de forma humillante al contrario y luego se paraba a consolarle -el insigne Dino Zoff recuerda una de esas ocasiones-; que escandalizaba a la pacata Italia de la época dejándose barba, viviendo amancebado con una chica polaca y pintando cuadros de cierto mérito. Medio país le adoraba y el otro medio le detestaba. Muchos le culparon de la derrota contra Corea en el Mundial de Inglaterra 66 pese a que no jugó. La Gazzetta dello Sport desencadenó una furiosa campaña contra Meroni.
Y, sin embargo, quienes le vieron jugar no le olvidan.
El 15 de octubre de 1967, al concluir un partido, Gigi Meroni fue atropellado por un joven de 18 años, tifoso del Toro, que acababa de sacarse el carnet. Después de llorar a Meroni, cuyo féretro fue expuesto en el centro del estadio, la afición fue a animar al conductor, hundido en una depresión espantosa. Aquel muchacho que mató a una mariposa de 24 años se llamaba Attilio Romero y es hoy presidente del Torino. ¿Cómo podría parecerle grave una simple racha sin goles?
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Grande Toro!!!!
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Collons,cuanta cosita buena!
@Enric Gonzalez 13-12-2004:
EL SUEÑO DE UN NIÑO DE LIVORNO
Dinero, celebridad y comodidad son las tres llamadas irresistibles de los tiempos que corren. Existe, sin embargo, un tipo que no cedió al reclamo y prefirió, en cambio, un sueño. Se llama Cristiano Lucarelli, tiene 29 años, juega como delantero centro y en su ciudad será recordado por muchas generaciones. Pagó mil millones de liras, digamos cien millones de las antiguas pesetas, por una oportunidad: la oportunidad de realizar sus sueños y pasar a la historia. Y no falló.
Entre quienes guardarán en la memoria las gestas de Lucarelli no figuran, seguramente, los aficionados del Valencia, que le soportaron durante una temporada mediocre en 1998-1999. Tampoco tendrá monumentos a la entrada de los estadios del Perugia, el Cosenza, el Padua, el Lecce y el Torino, todos los equipos por los que pasó en diez años de carrera profesional. Ni quedará en los anales de la selección italiana. Su carrera internacional terminó en 1997, cuando, con la Sub-21, marcó un gol a Moldavia y se quitó la camiseta azurra para mostrar a las cámaras de televisión, en riguroso directo, la que llevaba debajo: una con la efigie del Che Guevara. Por alguna razón, aquello molestó a la Federcalcio. No volvió a ser convocado, ni con los jóvenes ni con los mayores.
Lucarelli es de Livorno y comunista, lo que equivale, casi, a decir de alguien que es de Osaka y tiene los ojos rasgados. El Partido Comunista Italiano nació en Livorno, el puerto industrial de Toscana, en 1921. Y la ciudad siempre ha sido de izquierdas. Como Lucarelli, que se ha puesto en el móvil la melodía de Bandiera Rossa. Nació en un barrio marítimo de mala fama conocido como Shanghai, hijo de un estibador portuario militante del partido y del sindicato. El niño Cristiano estuvo rodeado desde el principio de banderas rojas, por el PCI, y granas, por el Livorno. De mayor quería ser el delantero del Livorno que marcara el gol del ascenso a Primera. Hoy recuerda que, pese a su pasión total por el Livorno, tenía una esquina del alma con los colores del Inter, "porque ellos tampoco ganaban nunca". Lo cual da una idea del personaje y del Livorno, una de las sociedades con menos historial del calcio. Ganó una Copa en 1987, y ya está. Por resumir: desde 1949 merodeaba entre Segunda, en las temporadas triunfales, y Regional, en las normales.
En primavera de 2003, Lucarelli estaba en el Torino y su representante, el abogado Carlo Pallavicino, le estaba buscando nuevo equipo. Las ofertas, todas de clubes de Primera, eran razonables: casi un millón de euros por año. Pero resultó que el Livorno subió a Segunda. Y Lucarelli le encargó a Pallavicino que le encontrara un puesto en su equipo del corazón, donde no había jugado nunca. El Livorno no podía pagar más que unos cientos de miles. Lucarelli aceptó, renunciando a sueldos que ascendían a más del doble, a la fama televisiva de otros clubes y a la comodidad de un puesto secundario. El propio Carlo Pallavicino ha publicado un libro sobre esa decisión y sobre lo que ocurrió después. "Quedaos con los mil millones", se titula.
Lo que ocurrió después fue que Cristiano Lucarelli volvió a su ciudad y vistió el grana de su equipo convertido en el jugador mejor pagado del Livorno y en símbolo del sueño secreto de decenas de miles de livorneses: poner el pie en Primera, 55 años después. Lucarelli, un hombre con más pasión que capacidad reflexiva, se echó la responsabilidad a la espalda como si nada y jugó como nunca en busca del sueño de su infancia.
El día en que marcó el gol número 25 de la temporada, el milagro estaba hecho. El Livorno ascendió.
Lucarelli anotó ayer otros dos tantos que valieron tres puntos. El presidente de la República, el impecable Carlo Azeglio Ciampi, livornés y livornista, debió celebrarlo por todo lo alto. El Livorno se acercó un poco más a la mitad de la tabla y al objetivo de la permanencia.
Cristiano Lucarelli es un tipo que ha cumplido sus sueños, que vive entre los suyos y que será recordado por muchísimo tiempo en su ciudad. Y sólo ha pagado mil millones de liras por todo eso.
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Lo de Lucarelli és tremendo!
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El calcio d'este dilluns, quitxalla.
Suick esta convocat per anar a Atenes amb el Real Castilla i jo he de fer la seua feina.Cinco minutos
ENRIC GONZÁLEZEl Fiorentina-Juventus de ayer fue un gran partido. No hubo batalla campal, ni gases lacrimógenos, ni heridos, ni gritos racistas ni se pegaron los jugadores. También se vio buen fútbol y la Juve, ya con ocho puntos de ventaja sobre Fiore y Milan, demostró que los campeonatos se ganan con talento, fuerza mental y un poco de suerte: la madera la salvó tres veces y marcó el gol de la victoria casi en el último minuto. Pero esas cosas son ya casi irrelevantes. Qué más da el resultado cuando lo que importa es salir entero del estadio.
El miércoles pasado, cuando Fiorentina y Juventus se enfrentaron en eliminatoria copera, el espectáculo fue de otro tipo. El grupo de imbéciles con banderas blanquinegras y el grupo de imbéciles con banderas violetas se pegaron en la grada, la policía disparó 50 granadas lacrimógenas al aire, el partido fue suspendido durante media hora, los futbolistas tuvieron que retirarse a llorar y vomitar en el vestuario y los espectadores, carentes de vestuario, lloraron o vomitaron donde pudieron. Hubo unas cuantas hospitalizaciones por asma, un conato de infarto y seis detenidos.
Todo eso ocurrió sólo tres días después de que Zoro, defensa del Messina, se hartara de los coros racistas que proferían unos cretinos, agarrara el balón y se encaminara al árbitro para que suspendiera el encuentro con el Inter. Lo de Zoro causó un gran escándalo y, para acabar de una vez con el racismo en los estadios, las mentes pensantes del calcio decidieron dejarse de contemplaciones e ir a la raíz del problema: se dio con toda solemnidad la orden de que todos los partidos comenzaran con cinco minutos de retraso.
Quizá se me escapa algo, pero no le veo el punto a la medida. Quien es tonto a las tres sigue siéndolo a las tres y cinco. Los retrasos, las pancartas conciliadoras y los mensajes de buena voluntad no sirven de nada a estas alturas. No es cuestión de aplicar soluciones israelíes -como arrasar con un bulldozer la casa del que tire una bengala- o americanas -por ejemplo, crear una red de cárceles clandestinas por toda Italia para torturar a los descerebrados-, pero alguna opción razonable, se supone, debe ofrecer la ley.
El plan antiviolencia del Ministerio del Interior ha encallado, como todas las reformas italianas, en los detalles: mientras se discute sobre el tamaño de los tornos a instalar en las puertas y sobre la calidad del papel de las entradas nominales, todo sigue igual que el curso pasado, o peor. Esta temporada aún no ha muerto nadie ni unos cuantos salvajes han secuestrado todo un estadio -recuérdese aquel triste Roma-Lazio del 21 de marzo de 2004-: cuestión de tiempo, algo pasará.
Después del Fiorentina-Juventus del miércoles, el goleador Toni aseguró que nunca en la vida se le ocurriría llevar al fútbol a sus hijos. Carlo Ancelotti, el técnico del Milan, propuso suspensiones y descalificaciones a mansalva. Fabio Capello, empeñado en que no se note que es de los pocos entrenadores que a veces lee un libro, sugirió que lo mejor era no hablar del problema. Nada le gusta más a un tonto que salir en la tele, eso es verdad, pero lo que ocurre en el calcio es demasiado grave para ignorarlo. Ahora y dentro de cinco minutos.
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Todos los años pasa lo mismo y nunca se soluciona nada.
FORÇA LUCA TONI
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@Enric González 28 de febrero del 2005:
PREGUNTENLE A LUCIANO
La dietrología es, como se sabe, una ciencia estrictamente italiana que estudia las causas ocultas de los acontecimientos. En Italia nada es evidente y nada ocurre porque sí. A partir de cualquier nimiedad se puede reconstruir una trama conspirativa que se hace más y más oscura hasta desembocar en el misterio. Quizá porque se trata de una sociedad dominada por un puñado de familias, quizá porque el interés privado prima sobre el colectivo, quizá porque la estética prima sobre la ética o porque el italiano ama la fantasía y el secreto, éste es un país abundante en claves ocultas y casos nunca resueltos.
El calcio es, en este sentido, un reflejo de la vida nacional. La gente hablará hoy del partidazo de Totti frente al Livorno, del enésimo empate del Inter en el último minuto, del sorpasso del Milan a la Juventus y de la situación peligrosa del Fiorentina. Pero esos asuntos serán desmenuzados como epifenómenos, porque lo que ocurre sobre el césped tiene la misma entidad que las sombras en la cueva de Platón: es sólo un reflejo de la verdad. Y la verdad, en el calcio, es sólo una. La verdad se llama Luciano Moggi y es un señor calvo residente en Turín.
Luciano Moggi es una de las pocas personas que saben por qué ocurre lo que ocurre. Muchos aficionados del Ascoli se asombraron, el 24 de noviembre de 1979, por el parcialísimo arbitraje que habían sufrido en su encuentro liguero contra el Roma. Tenían que haber preguntado al asesor del presidente del Roma, un tal Luciano Moggi, que había cenado la víspera, en un reservado discreto, con el trío arbitral. Algunos rivales del Nápoles en la Copa de la UEFA de 1989 se extrañaban también de la benevolencia de los árbitros hacia el equipo blancoceleste sin pararse a pensar en quiénes serían las bellas señoritas que acompañaban a su hotel a los responsables de dirigir el partido. ¿Por qué no preguntaron al director deportivo del Nápoles? Era Luciano Moggi, un hombre muy conocido en la ciudad.
Entre 1991 y 1993, los árbitros parecieron mirar con especial cariño al Torino. Cuando la sociedad propietaria del club quebró, los jueces se interesaron por ciertos gastos no identificados y el contable, con el rigor propio del oficio, dio detalles: había que pagar las prostitutas y los regalos para los árbitros y de todo eso se encargaba el director general. Los jueces no tuvieron más remedio que preguntar, por una vez, al director general, Luciano Moggi, quien expresó gran extrañeza al descubrir todo aquello: él siempre había estado convencido de que las señoritas que contrataban eran "traductoras-acompañantes". Y qué menos podía hacer el Torino que traducir-acompañar a los árbitros, sobre todo los extranjeros. Luciano Moggi fue condenado a cuatro meses de arresto y una multa de tres millones de liras.
En el Lazio de 1980, condenado a la retrocesión porque varios de sus jugadores estaban implicados en un negocio de apuestas sobre los resultados de los partidos, también había un director deportivo llamado Luciano Moggi.
La Juventus fue condenada hace unos meses por dopar a sus jugadores, pero ha recurrido la sentencia. El actual director general del club es un antiguo empleado ferroviario, calvo, feo e inteligentísimo, que posee la habilidad suprema de ironizar sobre sí mismo riéndose al mismo tiempo de los demás. "Cuando negocio", dice, "prefiero el puñal; la pistola hace demasiado ruido". Se trata, obviamente, de Luciano Moggi.
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Deseandole a Suick una pronta recuperacion,si es que algun virus a tomado la mala eleccion de atacarle,hare tan solo esta semana de mamporrero.El articulo de ayer merece la pena.
@El País:
PIAZZALE LORETO
La gente grita muchas burradas desde la grada. La costumbre del grito de estadio es tan vieja como el fútbol y tiene, en general, virtudes catárticas y terapéuticas. La mayoría de los gritos, espontáneos o corales, son irreproducibles. Se oyen barbaridades y ha sido así desde siempre. ¿Es razonable limitar ese repertorio de agresiones verbales? Hoy se tiende a pensar que sí, al menos en lo que toca a los insultos racistas. La cuestión racial constituye una falla tectónica de las sociedades europeas y los gruñidos simiescos de ciertos sectores no sólo producen vergüenza ajena: a estas alturas, causan alarma.
Existe, por supuesto, un Más Allá. Se encuentra en Italia y aflora a la superficie en encuentros como el Livorno-Lazio de ayer.
Comparados con ese Más Allá, los gruñidos simiescos y otras consideraciones estúpidas sobre el tono de la epidermis ajena parecen pucheritos de guardería.
Ayer, en el estadio Armando Picchi, livornés, la muchachada lazial animó la salida al campo de los suyos con gritos de "¡Mussolini, Mussolini!" y con un vistoso despliegue de cruces célticas. Los hinchas locales esgrimieron las habituales pancartas con la efigie del Che Guevara y con el canto de Bandera Roja. Un poco antes, el autocar que trasladaba a los futbolistas del Lazio había sido atacado con una granada lacrimógena y algunos porrazos y un destacamento policial que controlaba una entrada sufrió el ataque de un grupo de tifosi livorneses: a un agente le abrieron una brecha en la cabeza y hubo que aplicarle ocho puntos de sutura.
Hasta ahí, todo normal. Cosas que suceden todos los domingos en el calcio. El auténtico Más Allá abrió sus fauces al cuarto de hora de la segunda parte, después de que el Livorno marcara el primer gol. Di Canio, que lleva tatuada en el brazo la palabra Dux y cuyas simpatías fascistas son tan notorias como su Ferrari azul eléctrico, fue sustituido. Di Canio corrió hacia la grada de los seguidores del Lazio y se despidió con el brazo tieso, igual que en un Roma-Lazio del curso pasado. La muchachada respondió con entusiasmo al gesto de su ídolo. Cientos de brazos se alzaron en el saludo fascista, delicadamente realzado con el grito "¡boia chi molla!", una vieja consigna mussoliniana que, traducida libremente, vendría a significar "¡perro el que afloja!".
Desde el resto del estadio se elevó, como un aullido, la frase "Piazzale Loreto", repetida hasta el infinito. Piazzale Loreto es una plaza de Milán sin gran atractivo estético. Aún está ahí la gasolinera de cuya cubierta, el 28 de agosto de 1945, colgaron los cadáveres de Benito Mussolini y su amante, Clara Pettacci, en compañía de otros jerarcas del régimen. El espectáculo de aquel 28 de agosto fue penoso. Los ensañamientos con cadáveres suelen serlo.
No sé si se puede ir más lejos. En cualquier caso, lo ocurrido en Livorno pone los pelos de punta. ¿Saben lo más grave? Que hoy, como en anteriores ocasiones, algún comunista encallecido como Sandro Curzio, antiguo responsable de propaganda del PCI, director del diario Liberazione y diputado de Refundación Comunista, dirá que Di Canio es un chico excéntrico, pero simpático, y que se le malinterpreta. Curzio es comunista, pero por encima de todo es tifoso del Lazio. También justificaría los gritos de "Piazzale Loreto" un fascista livornés si tal personaje existiera, que lo dudo. Las banderas del calcio están por encima de la fe política, de la decencia y del sentido común. Si hay que dar "vivas" a la muerte, se dan.
En los estadios italianos se incuba una bestia muy desagradable
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Pvta Telefónica. Gracias por cubrirme.
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Pvta Telefónica. Gracias por cubrirme.
has sobornado a timofonica para que te deje escribir este mensaje?
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LAPIDACION PUBLICA DE SUICK!!!
Y la de Gummo tambien, por vender sus servicios a un traidor.
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@Konsul:
Pvta Telefónica. Gracias por cubrirme.
has sobornado a timofonica para que te deje escribir este mensaje?
¡56k returns!
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¡56k returns!
Espero que devuelvas el Delorian tal y como te lo dejaron
p.d.Ni se te ocurra estos dias revisar aquel Madrid de los Santillanas,Juanitos,Gordillos y demas testosteronas con patas
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@El País:
La otra cara del Lazio
ENRIC GONZÁLEZ
EL PAÍS - Deportes - 19-12-2005Conviene juzgar a la gente por lo que hace, no por lo que dice o por lo que piensa. Por otro lado, suele ser absurdo pensar que nuestros enemigos políticos carecen de virtudes. También es cierto que, como el arte, la calidad estética y moral del fútbol es ajena a las cualidades estéticas y morales de quienes lo producen. Leemos a Céline a pesar de Céline o admiramos un picasso a pesar de Picasso.
Lo cual nos permite hablar de un equipo audaz, orgulloso y corajudo, que viste de celeste en honor de la Grecia olímpica y se empeña con gran nobleza en el campo. Se trata del Lazio, el mismo equipo del fascista Di Canio. El Lazio de los tifosi que alzan el brazo y las cruces gamadas. El Lazio cuyo presidente y entrenador consideran "normal y deportivo" el saludo romano. El Lazio que tiene asqueado a medio mundo.
El viejo Di Canio volvió a saludar brazo en alto el sábado, cuando fue sustituido, y promete hacerlo en todos los partidos. Le secundó en el gesto Dabó, un jugador negro que, según la prensa francesa, había declarado días antes que está harto de sus compañeros fascistas. Fue un terrible enroque en el error. No hay forma de olvidar todo eso.
Y, sin embargo, qué rara es la vida. El sábado, viendo al Lazio dejarse los higadillos sobre el césped en un acoso feroz al poderoso Juventus, cualquiera que no fuera juventino se sintió por fuerza un poco laziale. En su media hora de fuelle, Di Canio se mató por el equipo y, desde una vaga posición de interior izquierdo, desmontó el muro de la Juve. Dabó dominó por completo el centro del campo. Liverani fabricó un fútbol de seda. El Lazio fue, por encima de todo, un equipo de verdad, solidario y generoso, como acostumbra esta temporada. Cómo no sentir simpatía por Delio Rossi, un técnico del montón que ha aportado ese entusiasmo al vestuario. O hasta por Claudio Lotito, un presidente zafio y verborreico que ha logrado, de momento, salvar de la quiebra una sociedad en crisis financiera desde que, en 2003, se derrumbó su antiguo propietario, el fraudulento consorcio Cirio. Cómo no ponerse del lado de uno de los equipos que menos faltas comete. Cómo no aplaudir a una gente que tuvo que hacer debutar a un chaval danés de 20 años porque no había otra cosa en el banquillo.
El sábado se llevaron un consuelo los miles y miles de seguidores laciales que no soportan la simbología fascista ni la indeseable fama que se ha ganado la sociedad. El Lazio, como el Roma, controla ciertas áreas geográficas. En algunas zonas de la periferia romana o en ciertas localidades vecinas, uno nace celeste sin remedio. Di Canio y sus 3.000 fanáticos de la cruz gamada consiguen a veces que se olvide que en el Lazio, como en todas partes, hay de todo.
El caso es que el Lazio, con un empate a uno que podía haber sido algo más, frenó al Juventus y puso un gramito de interés en el campeonato. El Inter, el segundón de aspecto más consistente, quedó a ocho puntos del líder. El Milan, con toda su melancolía defensiva a cuestas, quedó a nueve. La Fiorentina, carente de reservas para aguantar el tren de los tres grandes, a diez. Las distancias son todavía enormes, pero la competición no está cerrada. Gracias a un grupo de futbolistas honrados y ciudadanos execrables que hizo un partidazo.
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No c'è calcio oggi? Enrico non lavora per Natale?
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El Calcio está tancato per natale.
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Vaya mierda de navidades,no teniamos suficiente con las vacaciones de Enric como para encima aguantar los rumores del fichaje de Cassano por el Madrid.Juro por Renault que como se vaya a la meseta pasa automaticamente a non grato.
p.d.por ser el goleador del mundial en baw pagan lo mismo por niñato torres que por Luca Toni.¡inutiles!
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Dedicado a Gummuit. Enric glosa a su Cassano:
@El País:
GENIAL E INSOPORTABLE
ENRIC GONZÁLEZ - Roma
EL PAÍS - Deportes - 03-01-2006Antonio Cassano es un futbolista genial e impredecible, muy creativo y especialmente hábil en los pequeños espacios: uno de esos tipos que garantizan unos cuantos momentos inolvidables cada temporada y que parecen practicar un juego más sutil que el de sus adversarios, con otras reglas y otros objetivos. También es un hombre difícil, de buen corazón y carácter insoportable.
No sólo el vestuario del Roma suelta un suspiro de alivio al verle marchar. Los seguidores romanistas, que un año atrás le adoraban, están encantados de perderle de vista. Al mismo tiempo, toda Italia confía en que Cassano se asiente en el Madrid, recupere la forma y esté a punto para ayudar a la selección en el Mundial de Alemania. A Cassano se le quiere y se le odia.
Su infancia fue difícil. Nació el 12 de julio de 1982, mientras todo el vecindario celebraba el triunfo italiano en el Mundial español, en Bari Vecchia, el barrio viejo de una ciudad antigua, pobre, hermosa y violenta como Bari. Se acostumbró a jugar en aceras, patios y plazoletas diminutas, demasiado lejos de la escuela y demasiado cerca de la delincuencia juvenil. Jugara donde jugase, en su equipo tenía que alinearse un amigo cojo por la polio al que regalaba siempre un par de goles. Sin embargo, cuando el heroico Tomassi regresó al Roma el pasado verano, tras dos años de gravísima lesión y con un salario simbólico, Cassano le hacía túneles burlones en los entrenamientos y se reía: ése es el tipo de ambivalencia crispante que Fabio Capello definió como cassanada.
Jugó en el ProInter y en los juveniles del Bari. El 11 de diciembre de 1999 debutó en la Primera División con el Bari en un derby frente al Lecce. La semana siguiente, en el estadio San Nicola de Bari, contra el Inter de Milán, dio la victoria a su equipo con un gol exquisito. Desde ese momento, el muchacho excéntrico marcado por el acné estuvo en el punto de mira de los grandes del fútbol italiano. Y en 2001 fue el Roma campeón de Fabio Capello el que, por 60.000 millones de liras (unos 30 millones de euros), lo emparejó con Francesco Totti en una delantera de ensueño. Totti y Cassano se hicieron amigos fuera del campo y dentro de él firmaron algunos de los instantes más bellos que ha dado el fútbol en los últimos años. La autoridad paternal de Capello hizo que durante unas temporadas las cassanadas se mantuvieran en un límite tolerable.
Pero Capello se fue al Juventus. Y Cassano, que desde su excelente comportamiento con la selección en el Europeo de Portugal 2004 se daba por rehabilitado, entró en una espiral autodestructiva. Ninguno de los técnicos que se sucedieron en el banquillo del Roma pudo controlarle. Quería marcharse a Turín con Capello y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para quedar libre. La directiva del Roma aceptaba su marcha, pero no gratuita. Le exigía que renovara el contrato que expira en junio próximo para negociar un traspaso con el Juventus o con el Inter de Milán, los dos grandes pretendientes. Le presionó hasta límites muy discutibles, dejándole fuera de las convocatorias. En las raras ocasiones en que le permitieron jugar, como en una reciente eliminatoria de la Copa de la UEFA contra el Estrella Roja, Cassano se empeñó en ejecutar un penalti y lo bombeó de forma ridícula a las manos del portero. Toda Roma aprendió a odiar al chico del acné. Por fortuna para los romanistas, llegó el Madrid y todos suspiraron aliviados.