Fede siempre pensó que de haber vivido en el siglo XVll se habría volcado en apoyo de Quevedo frente al rebuscado de Góngora.
Y esa noche mientras trataba de terminar un trabajo para la Facultad sobre la generación del 27, le rondaba especialmente esa idea en la cabeza. Quizá de tanto rondar se le hacía difícil continuar con los enlaces sobre Cernuda. Ya pasada la medianoche vio que poco más podía aportar y se fue a la cama.
Aquella mañana se colocó la mascarilla y marchó de casa con la intención de visitar a su abuela, no sin antes tomarse su cafetito en la terraza con cuya dueña siempre intercambiaba algunas palabras generalmente referidas a la actualidad de la jornada.
Pero casi ni había caminado veinte metros y se quedó extrañado de ver un cartel en el que con una flecha se indicaba: punto Covid. No recordaba haberlo visto antes.
Una chica joven, que podría rozar la veintena estaba en esa esquina y frente a ella un grupito de hombres.
En efecto era ése el punto Covid, pero al acercarse se percató que además había otro letrero con más información.
Todo era muy descabellado. Se señalaban franjas horarias combinadas con orientaciones sexuales. Y según parece aquélla correspondía a "atracción femenina martes 10-12 horas".
Al igual que muchos bancos, Fede no daba crédito, y tras un fugaz vistazo a la chica y a la cola, siguió adelante intentado procesar lo contemplado.
Según se alejaba se dibujaba en su cabeza el contorno de los labios de aquella rubia con peinado a lo garçon y le entraban tentaciones de sumarse a la cola.
Pero no, allí habría mucha baba mezclada, pero por encima de todo -y él mismo se sorprendía de pensarlo en segundo lugar- qué tipo de locura hace esa gente en medio de esta pandemia? Y dónde está la fuerza pública para impedirlo?
Sin pretenderlo aceleró su paso, cuando empezó a notar que la gente le miraba en exceso. Pero no iban sólos, iban en grupitos, cogidos del brazo y se hablaban y hasta se tosían, cosa que dejaban de hacer al ver a un irresponsable que andaba sólo y encima con mascarilla.
En la mirada de Fede, extrañeza y miedo, en la de ellos, desaprobación.
Como en una espiral de disparates, vio poco más allá una "barandilla sanitaria" y gente lamiéndola por turnos. Le empezó a parecer casi más asqueroso que temerario. Sensación que aumentó al pasar por un portal donde dos vecinos estaban chupando el pomo antes de entrar y entre ellos se escupían las manos como gesto de cortesía.
También le miraron mal al pasar.
-No le da vergüenza ir sólo y además con el bozal?
Pensó que por fortuna pronto llegaría a su terraza y Tatiana pondría algo de cordura en todo esto.
Al acercarse comprobó que en una valla publicitaria se podía leer: Tu ayuda cuenta para vencer al Covid. Besa, abraza, escupe, chupa. Saldremos mejores.
La terraza del Café Cartago no estaba muy concurrida esa mañana y Fede más que sentarse, se abalanzó en la mesa.
Al poco vio salir a su amiga y le preguntó aún desde lejos con semblante desencajado
-Tatiana que está pasando aquí?
Como siempre consumía lo mismo, la ucraniana ya portaba su cortado con dos azucarillos.
-Fede buenos días. Qué haces con una mascarilla?
Casi sin dar tiempo de contestar le advirtió que a veces pasaban patrullas que podían multar a gente sóla y con bozal.
-No entiendo nada, estamos en la peor pandemia en un siglo y todo lo que veo es disparatado !!
-Disparate? No, es lo correcto. Cuando el Covidito era más fácil porque lo que..
-Covidito?
-El del 19, ya sabes.
-No, no sé y no entiendo nada.
-A ver Fede, parece que no dormiste bien o igual no dormiste nada. Toma el café y ve a descansar.
Tatiana se inclinó para besarle en la boca a lo que reaccionó apartando rápido la cara.
-Tienes que pagar amigo. Yo lo siento pero lo manda la ley sanitaria.
En ese instante salió corriendo de vuelta a casa. Ya ni abuela ni nada. Una ducha larga quizá le devolviera a la cordura.
Aunque aún le dió tiempo de ver otros carteles llamando a la responsabilidad: "cuando tosas o estornudes hazlo ante alguien. No desperdicies fluídos". El Covid 27 será historia entre todos"
Al fin llegó a su casa.
Cerró la puerta, se precipitó al sofá y cerró los ojos. Todo aquello debía tener una explicación.
El súbito despertar le llevó la mano al móvil: 03:39
Cernuda, Alberti, Quevedo..manos sudorosas, noche silenciosa.
En su mesita de noche seguía su dispensador de gel.