Un gran artículo sobre el pelotazo xoto
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EL VALENCIA SAD Y LA ETICA
GREGORIO MARTÍN - Universitat de ValenciaEl fútbol, aunque a uno no le importe, dista mucho de ser una banalidad. Mueve casi el 0,5 % del PIB y en tiempos de Franco toda un arma política (haciendo coincidir partidos del Madrid con convocatorias clandestinas previas al 1 de Mayo oficial). Ahora en la democracia ni PP ni PSOE, han querido poner manos a la obra en una deuda fiscal, con fraude histórico, que supera los 300 millones de euros. Aquí en Valencia, el fútbol es además pura y dura recalificación, con el silencio culpable de muchos. Las crisis éticas de las colectividades se anuncian de muchas maneras.
El guión empezó en marzo de 1996 cuando se consiguió aprobar la ampliación de capital del Valencia SAD; continuó con una red de testaferros (que tuve el gusto de documentar, con la satisfacción que el propio Supremo la aceptara como cierta) con la que Francisco Roig se hizo con una mayoría accionarial, que a pesar de una primera sentencia, ni la Audiencia Provincial en marzo del 99 ni el Supremo en enero del 2002 la volvieron atrás.
El episodio judicial sólo retrasó la operación, pero la acumulación del capital social prosiguió. A principios del 2003, los señores Roig y Soler, al calor de una supuesta carrera electoral, ofrecían 600 euros por acciones que habían costado sólo el equivalente a 54. Hablamos de una sociedad en presunta suspensión de pagos, con una deuda de 129 millones de euros y sin recursos para pagar a Hacienda, algo que imposibilitaría el funcionamiento de cualquier empresa normal. Roig no ganó, pero sí hizo el negocio de su vida, pues pocas semanas después vendió su paquete accionarial a Soler por un precio que multiplicaba por 32 el valor del nominal. ¿Cómo explicar aquella operación?, ¿el amor a unos colores vale tal dispendio?
En octubre del 2003, concluí que no era un tema de valencianismo, sino más bien a la inversa, que los valencianos con nuestros impuestos íbamos a pagar un campo nuevo a una Sociedad Anónima con dueño privado. La operación tenía dos pasos que no por avisados han dejado de producirse.
El Ayuntamiento de Rita Barberá iba a recalificar la zona deportiva de Mestalla con unos parámetros que deberían avergonzar a cualquiera que se repute como político honrado. Pero entonces, ya avise que, a pesar de la aportación al nuevo campo del Ayuntamiento y de la Generalitat (ya por entonces con la deuda per cápita más alta de las autonomías españolas) la recalificación no daba para pagar la deuda existente y hacer un nuevo estadio. Había que hacer más cosas para que Valencia SAD pudiera resolver sus cuentas y a la gente no parecía importarle demasiado cómo se hiciese.
Aquí se gesta el segundo paquete recalificador, con dos fases: la compra de una gran bolsa de hectáreas agrícolas en Ribarroja que pasaría a ser, entre otras cosas, una ciudad deportiva, y los terrenos que las actuales instalaciones ocupan en Paterna debían pasar a ser urbanizables.
Para muchos es emular a Florentino Pérez con la ciudad deportiva del Madrid, sólo que más doloroso, ya que el Madrid no es una Sociedad Anónima, mientras que el Valencia tiene accionistas que se beneficiarán de la decisión política. La operación que hace años carecía de racionalidad económica, empieza a desvelarse, aunque a costa de la ética y la vergüenza; el abuso de la recalificación puede seguir dando frutos a los audaces constructores.
Después del penoso papel jugado por el equipo de la Sra. Barberá, sólo cabe la esperanza que dos ayuntamientos de pueblo, Paterna y Ribarroja, demuestren que tienen la coherencia de la que han carecido sus colegas de la capital. Si acaban cediendo el mensaje que darán al resto de la ciudadanía, será que el proceso de degradación democrática es más intenso de lo que la gente pensaba al inicio de tan siciliano relato.
Son muchos los que andan preocupados por si el Valencia queda fuera de la Copa de Europa, sin embargo, desde la lejanía de la grada, el mensaje a los políticos, a los líderes de opinión y a la ciudadania valenciana, consiste en señalar que quizás, colectivamente, estemos fuera de determinados principios éticos y políticos.
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Publicado hoy en Levante EMV