Articulo sobre la rivalidad en Levante-EMV
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Levante-Valencia, vieja rivalidad sin límites
JULIÁN GARCÍA CANDAU
En noviembre de 1932, el Valencia-Levante no acabó, y en plena guerra civil, la tensión en las gradas fue tanta como en el campo de batalla.
En 1932, en la disputa del campeonato regional, el que clasificaba para jugar el campeonato de España, el Valencia se clasificó primero seguido del Castellón. El Levante quedó eliminado. El equipo valencianista cayó en la primera ronda frente al Valladolid, y el castellonense, tras eliminar al Murcia, fue apeado de la competición por el Donostia.
El partido Valencia-Levante acabó 5-0 tras una serie de incidentes en los que colaboró el árbitro, el señor Perona. La historia comenzó con un penalti de Tomaset que transformó en diana Navarro. Éste, después, disparó a portería, el balón dio en el poste y Montañés recogió el rebote y marcó el segundo tanto. Poco después, el medio Tonico Conde padeció una entrada violenta de Fontcuberta y el árbitro decretó la primera expulsión. En la protesta de los compañeros del sancionado, el señor Perona recibió toda clase de improperios, optó por expulsar a Calvo y dejó al Levante con nueve jugadores.
Con pleno dominio valencianista, antes de que acabara la primera parte, Montañés sumó otras dos dianas. En la segunda, una falta de Gallart a Montañés la resolvió el árbitro con la expulsión del primero. Las desgracias de los blanquinegros, entonces eran los levantinistas, continuaron con la lesión de Sanz y la expulsión de Llago con lo que el Levante quedó con seis futbolistas en el campo. Por si faltaba algo, el levantinista Gros, indignado con el árbitro, le propinó una patada. El señor Perona, dijeron los cronistas que con lágrimas en los ojos, expulsó al agresor y suspendió el partido cuando faltaban quince minutos para la terminación. Pese a tan desastroso final aún hubo quien destacó la actuación de los levantinistas Puig y Bravo.
Una de las crónicas justificó la suspensión del partido no sólo por el hecho de que el Levante se hubiera quedado con cinco jugadores, sino porque estaba «el árbitro en situación moral tan deprimida que no se atrevió a continuar dirigiendo la lucha».
Aquél Levante era el de los hermanos Puig, Balaguer, Campos, Llago III, Alamar, Hilario, Moreira, González, Villar, Itarte y Bonal, más los citados anteriormente. El Valencia ya estaba en Primera y el Levante en Tercera. Los valencianistas contaban con Nebot, Cano, Melenchón, Torregaray, Pasarín, Abdón, Molina, Conde, Salvador, Torredeflot, Montañés, Navarro, Capillas, Costa, Sánchez, Vilanova y Picolín, entre otros. (Molina murió formando parte de la División Azul, cerca de Stalingrado, y Montañés, militante de izquierdas, pasó por la cárcel de Porta Coeli y fue víctima de la represión de la posguerra).
El 27 de octubre de 1937, en el campo de Mestalla, Valencia y Levante empataron a un gol, los graderíos estuvieron repletos de publico, fundamentalmente soldados, y en un momento en que la preocupación por ganar la guerra debía estar por encima de cualquier otro condicionamiento, el publico se comportó de tal manera que al día siguiente se publicó una crónica en la que se decía:
«FUTBOL. En Mestalla, y ante la afluencia bélica de los espectadores, el Valencia y el Levante empatan a un 'goal'. Indignante, antideportivo, innoble, ¡INTOLERANTE!, transcurrió el partido jugado el domingo en los terrenos del Valencia entre su primer 'team' y el equipo local del Grao, Levante C.F.
No es precisamente a los jugadores a quienes hemos de dirigir nuestra intolerancia en este encuentro. Ellos evidenciaron una actitud que, si bien fue violenta en algún momento, no llevó a la contienda a peores consecuencias.
Pero el público, nuestro público deportivo (hablemos en términos generales) se manifestó inconsecuentemente y socialmente antideportivo. Su grado de apasionamiento insurrecto llegó al extremo, inconsciente, de provocar a una grave y lamentable batalla en los graderíos y campo de Mestalla. Los insultos no acreditan a nadie como revolucionario en estos momentos, ni como elemento social que disfrute de los derechos de la nueva sociedad que se está forjando. El insulto es un delito, no ya en un campo de deportes ni contra una persona o camarada que responda a inferior facultad de contestación o respuesta, sino en cualquier parte que se diga.
Ayer, en Mestalla, hubo insultos entre compañeros y camaradas que responden a una misma organización y Sindicato, olvidando por el apasionamiento "deportivo" de su equipo toda alianza y toda camaradería. Y no fue esto solamente lo que estaba fuera de lugar, sino que como la mayoría del público alardea de ir armado ponían en peligro la situación a cada palabra y a cada amenaza. La Guardia Popular pretendió aplacar los ánimos de los "contraventores".
No queremos extendernos en el informe de los hechos, verdaderamente lamentables que presenciamos el domingo en Mestalla; esperamos que no se repitan, que la actitud de nuestro publico sea lo más noble posible y más expansiva que apasionada, poniendo por encima de toda efervescencia de aficionado el recuerdo de la lucha sangrienta que se vive en los frentes y la solidaridad que hemos juramentado los trabajadores, que ser el ejemplo y logro de las aspiraciones de todos.
El deporte es noble juego. Respetarlo y criticarlo, pero no hacer de él bandera de combate entre dos bandos de aficionados.
¡Serenidad, juicio y responsabilidad en los campos de deporte! Si esto no se mantiene, pedimos que se suspendan inmediatamente a la próxima contienda la temporada de fútbol.
¡ En la guerra, como en la guerra!».
Vicky.
Los conflictos entre levantinistas y valencianistas, también en plena guerra civil, tuvieron continuidad en los terrenos de juego. Juan Ramón, que llegó a Valencia como jugador del Gimnástico, pasó a Mestalla y participó en los torneos Superregional y Copa Mediterránea, los dos campeonatos que se disputaron, el primero entre equipos valencianos y murcianos, y el segundo, entre valencianos y catalanes.
En 1937, tras la disputa de la Liga Mediterránea, se organizó la Copa de la España Libre, que se consideró que suplía al torneo nacional de Copa. El torneo, según se estableció, debían jugarlo los cuatro clubes mejor clasificados en la Liga. Barcelona, Espanyol, Girona y Valencia habían ocupado las cuatro primeras plazas, pero el club barcelonés renunció porque había conseguido un viaje por tierras americanas en el que iba a percibir importantes honorarios. La suplencia le correspondió al Levante F.C. que había sido quinto. Los dos partidos entre albinegros y merengues tuvieron triunfo de los primeros. En Mestalla perdió el Valencia 0-4, y en Vallejo, porque el Camino Hondo estaba en obras, ganó el Levante por 5-2. La final del torneo la disputaron los dos primer clasificados que fueron, por este orden, Levante y Valencia. El partido se jugó el 18 de julio en el campo de Sarriá, sin gran ambiente dado que ambos contendientes eran valencianos y no era tiempo de caravanas de seguidores.
Las crónicas del partido daban por hecho que era el auténtico campeonato de España.
Valencia. Antolí; Alepuz, Juan Ramón; Bertolí, Iturraspe, Arín; Doménech, Goiburu, Vilanova, Amadeo y Richart.
Levante. Valero; Olivares, Calpe; Dolz, Calero, Rubio; Puig II, Nieto, Martínez, Gaspar Rubio y Fraisón.
A los pocos minutos de la segunda mitad hubo un incidente entre Juan Ramón y Martínez y ambos fueron expulsados. Con tales ausencias los equipos cambiaron de sistema y alineación. Goiburu pasó a defensa y Doménech a interior, y Nieto, jugador propiedad del Gimnástico, y Puig II se convirtieron, respectivamente, delantero centro e interior. Los dos equipos jugaron sin extremo derecha.
El partido se resolvió en el minuto 32 de este período. Agustín Dolz centró al área, cumpliendo la norma de Agustinet bombetja, y Nieto marcó el gol que fue del triunfo. Según las crónicas, aunque también el Valencia tuvo algún momento en el que pudo adjudicarse la victoria el triunfo del Levante se consideró justo. Sus jugadores «pusieron más alma». La actuación de los valencianistas se estimó regular y la de los levantinistas «buena a secas». Por éstos destacaron Gaspar Rubio, Olivares, Nieto y Valero. Por el Valencia, Arín, Iturraspe y Goiburu, especialmente en defensa. Sobre todos y, a distancia, Juan Ramón y Antolí. El árbitro, el señor Menal «cumplió bien su cometido».
Los finalistas no se dieron por satisfechos con el partido de Barcelona y jugaron en Valencia una revancha el martes 3 de agosto, con los protagonistas del partido del título. Ganó el Levante 4-2 con goles de Fraisión (2), Martínez y Juan Ramón en propia meta. Amadeo marcó los dos tantos valencianistas. Esta vez hubo paz.