El racó del Calcio
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@El País. 23-01-06:
Cosecha rojinegra del 87
EL PAÍS - Deportes - 23-01-2006
Hay un tipo de entrenador que puede ganarse en un minuto el respeto de sus jugadores: le basta tocar el balón y demostrar que, pese a los años, la barriga y en su caso el pitillo, aún lo hace mejor que cualquiera. Hay otro estilo, el del entrenador que nunca fue futbolista, que sólo alcanza a darle al cuero con la punta del zapato y que desde niño soñó con esquemas, métodos y pizarras llenas de flechas. Ése suele ser un pesado. Dentro de la escuela del técnico vocacional, plasta y pedante, la figura señera se llama Arrigo Sacchi.
Quienes sufrieron sus clases teóricas aún las recuerdan como un galimatías interminable. En televisión, con su tonillo displicentemente didáctico y su retórica pseudocientífica, resultaba insufrible. Gianni Brera, uno de los mejores periodistas deportivos italianos de todos los tiempos (y un tipo que, además, sabía servir un balón a 30 metros), emitió sobre Sacchi un juicio negativo cuando fue nombrado seleccionador italiano: "En el Milan tuvo tres grandes ases holandeses. Me temo que sin ellos su fútbol parecerá caprichoso".
Sacchi no volvió a triunfar como en aquel quinquenio, 1987-1992, en el que el Milan se declaró inventor de cosas que llevaban tiempo inventadas, como la presión, el marcaje en zona, la disposición compacta, la rapidez, el 4-4-2 y demás y arrasó el mundo. El maestro Brera atribuyó el mérito de aquellos años de gloria rojinegra al talento de Van Basten, Gullit y Rijkaard y a la seriedad de Baresi, y uno tiende a compartir esa opinión.
Y, sin embargo, algo muy especial ocurrió en 1987 en el vestuario milanista. Entre quienes se sentaron aquel año ante la pizarra y aguantaron desde entonces el maniático detallismo teórico de Sacchi había cuatro centrocampistas, los cuatro titulares, Ruud Gullit, Frank Rijkaard, Carlo Ancelotti y Roberto Donadoni, que debieron de entender algo. También el delantero centro, el formidable Marco van Basten, sacó algún provecho de aquellas horas tediosas. Porque Rijkaard, Ancelotti, Donadoni y Van Basten y, en menor medida, Gullit (por cuestiones de carácter) constituyen una generación de técnicos imaginativos, hábiles y amantes del fútbol ofensivo.
El Milan parece estar cerrando un ciclo. Ancelotti ha ganado su scudetto y su Copa de Europa y ahora, pese a la victoria de ayer y pese a la ocasional brillantez, los Maldini, Cafú, Costacurta y Stam se han hecho viejos y el juego de ataque se despliega de forma bastante previsible. Lo más probable es que Ancelotti no siga la temporada próxima. Corresponde reconocer que ha sabido manejar un vestuario en el que no es él quien manda, sino el totémico Maldini; que ha sabido fichar por cuatro chavos talentos como Kaká; que ha sabido reconvertir a trescuartistas irredentos como Pirlo; que ha defendido el fútbol bonito, y que todo eso lo ha hecho con el propietario Berlusconi siempre en la chepa.
Berlusconi piensa en dos ex compañeros y amigos de Ancelotti, Van Basten (selección holandesa) y Rijkaard (Barcelona), para sustituirle. Como alternativa dispone de Donadoni, otro fruto de aquella excelente cosecha rojinegra del 87: está manejando muy bien al Livorno y goza de gran predicamento en la profesión. Fabio Capello, el anti-Sacchi surgido también del cuadro técnico milanista, le considera el entrenador italiano con más futuro.
Parece mentira que todo ese talento saliera de las clases de un entrenador que ya en 1985, al frente del Rimini, proclamó el más mezquino de los principios como base de sus teorías: "La magia en el fútbol es una fábula que convendría prohibir".
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Y dos más de Luca Toni. Junto con el del miércoles 21 en total.
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Y dos más de Luca Toni. Junto con el del miércoles 21 en total.
Joder!! Està enrratxat el Lucarelli 2, no?? A vore qui el fitxa…
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@El País:
EL SECRETO DE LA 'AMATRICIANA'
El País, Deportes 30-1-2006Jim O'Neill, jefe del servicio de estudios del gran banco de negocios Goldman Sachs, ha dicho esta semana que Italia, desde el punto de vista económico, está en las últimas. Los italianos, según O'Neill, sólo pueden ofrecer al progreso mundial "la comida y un poco de fútbol interesante". Eso eleva, sin duda, la tensión de la Liga de Campeones, ya que se puede interpretar que, si no la ganan el Juventus, el Inter o el Milan, y con un juego al menos "interesante", el Producto Interior Bruto de la pobre Italia perderá uno de sus dos pilares y en adelante no tendrá que expresarse en euros, sino en raciones de risotto y bucatini alla amatriciana (pasta).
Tal vez la situación no sea tan grave. Silvio Berlusconi dice siempre que Italia es el país más rico y feliz del mundo. Lo cual es falso, pero tampoco del todo. Éste es un país peculiar, lleno de corrientes subterráneas y fenómenos inexplicables.
Como el del Roma. Dicen que la institución menos racional del calcio es la pazza Inter, el equipo loco por definición. Al Roma se le atribuye la condición de mágico. Digamos que si se consiguiera un híbrido llamado Rominter nos encontraríamos muy cerca de la enajenación absoluta.
El caso es que el Roma se pasó casi toda la primera vuelta serpenteando por la mitad de la tabla, entre crisis histéricas y momentos de lucidez furibunda. Cassano se había convertido en un tumor, el vestuario era una pena, el goleador Montella se lesionó y a Mancini, el extremo que Fabio Capello siempre ha querido llevarse a la Juve, se le notaba herido en cuerpo y alma. Mancini, un brasileño riguroso al estilo Emerson, de los que creen que el fútbol y la samba no son necesariamente la misma cosa, era el último amigo de Cassano. Y suspiraba por largarse a Turín con el padre-padrone Capello.
Se fue Cassano a Madrid y, por razones que a la ciencia se le escapan, Mancini se puso de inmediato a correr por la banda; Perrotta recuperó la profundidad de sus tiempos del Chievo; el viejo Tommasi, del que nadie esperaba que volviera a tocar un balón después de que le reventaran una rodilla, se erigió en agitador del juego ofensivo, y De Rossi empezó a comportarse como el gran medio centro que dicen que será y aún no es. Todos estos fenómenos simultáneos no deberían haber generado un beneficio apreciable porque, lesionados Montella y Nonda, no quedaba en el banquillo otro delantero que Okaka, un chaval de 16 años. Spalletti demostró ser un técnico inspirado cuando decidió que su equipo iba a jugar con un único delantero y que ese delantero sería Totti.
Desde entonces, el Roma lleva ocho victorias consecutivas. El miércoles, en los cuartos de final de la Copa de Italia, los mágicos, sin Totti, en un campo tan difícil como el del Juventus y bajo una nevada de espanto, le colaron tres goles en diez minutos. Ayer fueron tres al Livorno, una de las revelaciones de la temporada: dos goles de Totti y una asistencia de Totti, que lleva ya 13 tantos en la Liga y sigue medio lesionado. Vuelve a ser un placer ver jugar a esa pandilla de locos tan dotados para la razzia: asaltan la puerta contraria como una banda comanche, al galope feroz, en un desorden aparentemente salvaje pero muy eficaz. Cuando se desatan, son incontenibles. Ya se ha dicho otras veces. Insistamos. Entre los grandes futbolistas que se ganan la vida en Italia, nacionales y extranjeros, no hay nadie más grande que Totti. Ése, me temo, es un secreto que sólo en Roma se conoce bien. Como la receta de la amatriciana o la verdad sobre la economía italiana.
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@El País:
El adiós de los mosqueteros
ENRIC GONZÁLEZ
EL PAÍS - Deportes - 06-02-2006Giraudo, Moggi y Bettega, los tres altos dirigentes de 'la Juve', son igual de antipáticosAntonio Giraudo ha tenido asuntillos de droga, como Mick Jagger. Luciano Moggi se las ha visto con la justicia, como Keith Richards. Y Roberto Bettega es un señor tan tieso como Charlie Watts. Son los viejos rockeros de la Triada, los Rolling Stones del calcio. "Giraudo, Moggi y Bettega son como los tres mosqueteros", dice Fabio Capello, y yo soy el cuarto, D'Artagnan". Es otro punto de vista. Los tres máximos dirigentes del Juventus son más antipáticos que los mosqueteros, pero tienen tantos enemigos como ellos. Porque después de 12 años llevando los asuntos de la Vieja Señora turinesa, a estos Rolling sólo les soportan en su casa, y no del todo: John y Lapo Elkann, dos de los herederos del imperio Agnelli y, por tanto, copropietarios de la sociedad, detestan la imagen arrogante y sarcástica que la Triada ha conferido a la sociedad.
Lo que pasa es que son buenos en lo suyo. Antonio Giraudo, 54 años, consejero delegado, ha manejado las cuentas de forma irreprochable. Sin pedir un euro a los Agnelli ha construido sucesivas plantillas vencedoras y rentables; cuando se ha visto en apuros, ha sabido hacerle un tocomocho al pardillo de turno. En el calcio, tal papel suele corresponder a los dirigentes del Inter. Un ejemplo: en 2004, Giraudo (y Moggi) convencieron al Inter para llevarse a Turín a Cannavaro, uno de los dos mejores centrales italianos, a cambio de Carini, el mejor portero uruguayo de su urbanización. Giraudo pasó apuros cuando fue procesado por dopar a los jugadores, pero en segunda instancia el caso se cerró sin condenas.
Luciano Moggi, 68 años, director deportivo, carece de rivales en su especialidad. Dirigió la política de contrataciones en el Nápoles, el Lazio, el Roma y el Torino antes de recalar en el Juventus, y su olfato para reconocer talentos (su hijo, casualmente, ejerce como intermediario) sólo es comparable a su cariño hacia los árbitros: les invita a cenar, les proporciona traductoras-acompañantes cuando son extranjeros (en 1993 fue condenado a cuatro meses de arresto; resultó que las traductoras-acompañantes prestaban a los colegiados unos servicios linguísticos de naturaleza no verbal) y nunca olvida un cumpleaños arbitral.
Roberto Bettega, 54 años, ex jugador y vicepresidente, ha ganado carácter con los años. Como futbolista fue un goleador suave y elegante. Ahora, como directivo, prefiere dar leña: el otro día, después del encuentro de Copa en el Olímpico, no quiso abandonar el palco sin pegarle un coscorrón a un pobre diplomático argentino que, por lo visto, celebraba con demasiado entusiasmo la victoria romanista en la eliminatoria.
Parece, y esa es la noticia, que los Dalton juventinos se separan. Giraudo quiere hacerse rico, al menos tanto como lo es ya Moggi, y tiene preparados unos cuantos negocios inmobiliarios para después de junio. Más adelante cuenta con encargarse de la remodelación de los estadios italianos si el Campeonato de Europa de 2012 es adjudicado, como se espera, a Italia. Bettega se quedará. Y Moggi, parece, se trasladará a Milán para hacerse cargo del Inter o, más probablemente, del Milan. Ya ha comido con Silvio Berlusconi para hablar del sueldo. El cuarto mosquetero, Capello, asegura que no dejará el Juventus mientras sigan los otros tres. Para entendernos, se larga también en junio. No quiere especular sobre el futuro, pero se le ponen tiernos los ojitos de tiranosaurio cuando le hablan de Madrid.
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Y barraquita de Toni. También dos para il nostro Lucarelli.
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UNgaungaungaungaungaungaunga….Vaaaa, Suick, que és dilluns i estem engorilats!!!
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@El País:
El retorno de Carletto
ENRIC GONZÁLEZ
EL PAÍS - Deportes - 13-02-2006Cuando Carletto Mazzone empezó a entrenar al Ascoli, en 1968, Pelé estaba en su mejor momento. Hace 779 partidos de eso, una eternidad. Mazzone tiene 68 años y, al final de la temporada pasada, después de perder su equipo de entonces, el Bolonia, la promoción de permanencia, le prometió a su mujer que nunca más. Y se retiró para siempre. Hasta ayer. Mazzone asumió el martes la dirección técnica del Livorno, su equipo número 17, y ayer se sentó en el banquillo. Sólo un tipo como él podía desembarcar en Livorno en pleno funeral y organizar una fiesta con el difunto aún caliente.
Cuesta comprender lo que ha ocurrido esta semana en Livorno. El comportamiento del presidente, Aldo Spinelli, no se explica ni con chistes fáciles sobre su apellido, que significa porros. El Livorno está haciendo una campaña estupenda, ocupa una posición de Copa de la UEFA y ha jugado algún partido de los que se recuerdan. No ganaba desde principios de año, pero en esas semanas había perdido un solo encuentro. Roberto Donadoni, el antiguo artista del Milan, se ha construido un prestigio sólido gracias a su trabajo en la muy obrera e izquierdista ciudad portuaria de Toscana.
¿Qué hizo mal Donadoni? Quizá el problema consiste en que vota a Berlusconi. El caso es que a Spinelli, el lunes pasado, se le subió el apellido a la cabeza. El Livorno había empatado en casa con el Messina por un error arbitral y se le ocurrió que toda la culpa era de Donadoni. Empezó a hablar en público sobre su inminente despido. Cuando Donadoni le telefoneó, se excusó con una afonía. En realidad, estaba entrando en directo en el programa más futbolero de la televisión italiana, el Juicio de Biscardi, para seguir poniendo al técnico a caer de un burro. Donadoni, genio y figura, dimitió y se marchó de Livorno como un señor.
En la plantilla sentó mal el asunto. Lucarelli, la gran estrella, el máximo goleador, el que rechazó mil millones de liras para jugar en el equipo de su ciudad natal, el hombre que alza la bandera del Che Guevara y tiene la grada a sus pies, comentó que, visto lo visto, él también se iría en cuanto terminara el campeonato.
Una vez metida la pata hasta el fondo, ¿qué podía hacer Spinelli? Pues llamar a Mazzone. Al viejo Carletto no hay afición que se le resista. En 2001, con el Brescia, tuvo un derby apuradísimo con los vecinos del Atalanta de Bergamo. Los locales perdían 1-3, pero el Brescia marcó. Y marcó otra vez. Con el 2-3, exaltadísimo, prometió que, si los suyos empataban, iba a ir personalmente a la tribuna ocupada por los ultras del Atalanta, bastante conocidos por su violencia y sus nostalgias fascistas. En el último minuto de la prórroga, el Atalanta empató. Mazzone corrió hacia la curva rival y gritó como un poseso: "¡Vuestros muertos, racistas, fascistas, cornudos!". Al llegar la policía, se dejó llevar mansamente. "¡Qué a gusto voy a cumplir esta sanción!", suspiró.
Con estos precedentes, Mazzone tiene que caer bien a los livorneses. Ha entrado, sin duda, con buen pie: el Livorno ganó ayer al Fiorentina, la revelación del campeonato, con dos goles de Lucarelli. La afición, gruñona al principio, acabó entregada. A ver qué ocurre en adelante. Habrá menos sensatez que con Donadoni. Disparates sí habrá muchos. Todos los que hagan falta.
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I nosaltres empassant-nos Bilbaos-Madrids com el de dissabte i duels entre el primer i el segon que acaben amb victòries de rebot. Fàstic de LFP.
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@Carletto Mazzone :
"¡Vuestros muertos, racistas, fascistas, cornudos!"
Que manera de insultar.Ole!
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@El País 20/2/2006:
Los colores sagrados
ENRIC GONZÁLEZ
EL PAÍS - Deportes - 20-02-2006Mellor fue uno de los últimos retoños de la revolución thacherista. Dirigió varios ministerios a principios de los noventa y alcanzó una notable influencia en el Partido Conservador. Quizá llegó a soñar con instalarse en el 10 de Downing Street, aunque su físico irremediablemente viscoso causara dentera a gran parte de los británicos. La prensa descubrió que tenía una amante y eso suele ser fatal en Westminster, pero habría sobrevivido de alguna forma (como Paddy Ashdown, que tras un lío con la secretaria fue nombrado virrey en los Balcanes) si la amante en cuestión no hubiera revelado un secreto fatal: en sus momentos de pasión sexual, Mellor vestía la camiseta del Chelsea. Eso desbordó la tolerancia del electorado. La cosa resultaba demasiado ridícula incluso para los curtidos lectores del Sun o el News of the World.
No se sabrá nunca, probablemente, si el presidente de la República italiana, el anciano y respetado Carlo Azeglio Ciampi llevaba bajo el frac la camiseta del Livorno el día que asumió el cargo, o si alguna vez retozó vestido de ariete livornés. Da igual: si se supiera, su popularidad sería aún más alta. En Italia, la devoción a los colores futbolísticos está por encima de todo y llega a la alcoba, a la tumba y más allá.
No hay ideología que valga cuando se trata de calcio. Ahí está el ejemplo de Ignazio la Russa, uno de los dirigentes de la postfascista Alianza Nacional. La Russa fue uno de esos jóvenes fascistas que, allá por los setenta, merodeaba por la plaza Euclide, en el Parioli romano, con un pastor alemán y una porra en el bolsillo, y organizaba expediciones punitivas contra los rojos. Ahora está en la derecha de la derecha y mantiene las viejas fidelidades. Fue uno de los asistentes al entierro de Romano Mussolini, el último hijo del dictador. Su perilla mefistofélica y su vozarrón rasposo no podían faltar en la ceremonia. Pero La Russa es del Inter. El otro día le preguntaron si no le dolía que su equipo jugara en más de una ocasión sin alinear un solo italiano. "Con tal de que ganen, pueden ser todos extranjeros, negros y comunistas", respondió.
Ese espíritu se extiende a casi todos los dirigentes políticos. Walter Veltroni, alcalde de Roma y gran esperanza de los Demócratas de Izquierda (antiguo PCI), es del Juventus (hasta cierto punto, eso equivaldría a un Gallardón culé) y nadie se lo recrimina, porque lo primero es lo primero. El presidente de su partido, Massimo d'Alema, es del Roma, y ya pueden aparecer en el estadio olímpico pancartas a favor del Duce, de los hornos crematorios o del fin del mundo: su fe no titubea.
Lo mismo pasa con Berlusconi y el Milan. O con el líder de los postfascistas, Gianfranco Fini, que, pese a un remota afinidad con el Bolonia, el club de su ciudad natal, levanta la bandera del Lazio. Lo de Fini tiene poco mérito: el núcleo duro de la afición lazial es mussoliniano, el delantero Di Canio lleva tatuajes fascistas y saluda brazo en alto, y una de las jefas de las bandas de tifosi del Lazio, una mujer que guarda siempre una pistola en el bolso, resulta ser la señora Fini.
Queda la excepción democristiana, un magma centrista y clerical que se alinea a la izquierda de la derecha y a la derecha de la izquierda y guarda distancias con el calcio. Los Rutelli, Casini y Follini no son futboleros. Como Romano Prodi, que se dedicaba al ciclismo y ahora corre maratones. Prodi sigue encabezando los sondeos y quizá, tras las elecciones del 9 y el 10 de abril, se convierta en el nuevo presidente del gobierno. Es posible. Pero se hace extraño imaginarlo. ¿Un líder sin colores? ¿Uno que no ha vestido nunca la camiseta de sus amores en el momento del éxtasis? Habrá que ver si los italianos confían en un tipo tan raro.
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Sera todo lo irracional que querais,pero jamas me han gustado los hombres que no tiene equipo de futbol y ni mucho menos los tipos a quien no les gusta el futbol.No se porque sera,pero siempre les veo algo oscuro y sucio detras de esa pose.Los imagino como huraños,egoistas,malnacidos…¡al cuerno con Prodi!
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Y hablando de juego sucio.
a uno de nuestros coleguitas del Livorno.
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joder, que grima da. prefiero mi video de oli pa totes
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Dios,vaya joyita!!!!
Alguien que sepa italiano podria traducir el fillo di pvtana con el que se dirige balleri a wome?
Ademas,que el Balleri no se queje tanto,vistiendo el 69 como numero que quiere?p.d.2. me he metido en la pagina del video,no dire el nombre para no manchar este santo post,y he descubierto por fin el porque cojones tuvo que regatear Maradona a shilton en el mundial de Mexico cuando despues de cruzarse todo el campo con meterla le sobraba.Es algo que siempre me habia preguntado.Que grande,Diego!
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Traducció del italià: "Ahhhhh, ahhhhhh, aaaaahhhhhhaaaa""
Per cert, i abans que el cabró de Gummo ens desvetlli el misteri, què millor que recordar l'audio original argentí del gol de Maradona :
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@cdq284hq:
Teoría del golpe
ENRIC GONZÁLEZ
EL PAÍS - Deportes - 27-02-2006Habrá quien se acuerde de Fernández, Montero Castillo y Aguirre Suárez, que allá por los 70 fueron antecesores de los Latin Kings y otras bandas violentas hispanoamericanas. Aunque su condición de futbolistas les impedía portar armas en el campo, resultaban de lo más peligroso. Su equipo, el Granada, daba miedo. Amancio no debe de haberse olvidado de aquel Granada. Una tarde de 1974, en Los Cármenes, Fernández le mandó al hospital de una patada. El parte médico indicó que la puntera había entrado tan hondo en el muslo que la herida parecía una cornada de toro.
Quien se acuerde de aquellos dos uruguayos y de aquel paraguayo se acordará también de Goikoetxea, el centrocampista del Athletic que cumplió 23 partidos de sanción por romper a Maradona y aún tuvo tiempo de romper además a Schuster.
Estos días, en Italia, se teoriza en abundancia sobre golpes, patadas y codazos. Desde que el peroné de Totti dijo basta, el domingo pasado, no hay quien carezca de ideas propias sobre la peligrosidad de la entrada por detrás o el manotazo en los ojos. El maestro Gianni Mura explicaba ayer en La Repubblica que la última moda es el rodillazo en los riñones cuando se salta de cabeza: limpio, doloroso y difícilmente visible para el árbitro.
Una opinión valiosa y autorizada es la de Pietro Vierchowod, El Zar, un defensor espléndido que ganó un scudetto con el Roma (1983), otro scudetto y una Recopa con el Sampdoria (1991) y, a los 37 años, una Copa de Europa con el Juventus (1996). Jugó hasta los 40 y se dice que los tobillos machacados de Marco van Basten, prematuramente jubilado, llevaban la marca indeleble de los tacos de Vierchowod. Maradona le llamaba Hulk y procuraba evitarle. Vierchowod jugaba bien y pegaba fuerte. Él mismo lo reconoce: "En mi época se daban más patadas que ahora. Quien quería hacer daño hacía daño y, como máximo, se llevaba una amonestación".
Sin embargo, El Zar -el apodo salió del origen ucraniano y de lo mucho que mandaba en el área- considera que, pese al laxismo arbitral de años atrás, pese a las cornadas del trío suramericano del Granada y pese a todas las brutalidades que se veían en los campos, incluidas las suyas propias, antes el fútbol era menos peligroso. La teoría del golpe de Vierchowod propone incluso un culpable de todos los males contemporáneos: Arrigo Sacchi. ¿Por qué? Por la defensa zonal que Sacchi y el Milan pusieron de moda.
Antes, explica Vierchowod, se marcaba al hombre. El marcador intentaba no despegarse de su víctima en todo el partido y, cuando hacía falta pegar, le tenía a mano. Podía apuntar bien y controlar la fuerza de la patada o, mucho más a menudo, poner una simple zancadilla. Ahora no funciona así. Los defensas cubren una zona determinada, con bastante frecuencia cercana al centro del campo, y cuando se les escapa alguien "arrancan desde lejos para interceptarlo", explica El Zar, por lo que, "cuando alcanzan al adversario, le caen encima a gran velocidad". "Si estás lejos, careces de alternativas y, cuando pegas, las consecuencias son ruinosas", dice.
Podría ser que Vierchowod tuviera razón. Uno prefiere no pensar, en ese caso, qué habría ocurrido si Aguirre Suárez, Goiko o el propio Vierchowod hubieran tenido que ganarse la vida haciendo defensa zonal. Van Basten usaría muletas. Y Amancio habría acabado como Joselito.
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Servidor tambien esta con el zar.A riesgo de que alguien pida mi reclusion en guantanamo o directamente la inyeccion letal para mis huesitos he de confesar que me he acordado leyendo a Enric las palabras de un amigo y purista en eso de los toros.
Una de mis asignaturas pendientes es mi desconocimiento absoluto en el noble arte de la tauromaquia.Una vez le confese a un amigo aficionado a los toros mi admiracion por todos esos toreros que citan al toro a escasos centrimetros.El me comento que no tenia ningun merito y que era el recurso de los malos,llamase jesulines o cordobeses.Que el unico riesgo que conlleva es el de llevarse mas revolcones de la cuenta y alguna que otra cornada sin mucha gravedad y que tan solo emocionaba al aficionado mas populista.Y que el riesgo en esto de los cuernos consistia en citar desde la distancia.Desde la distancia el toro llega con tal fuerza a la hora de embestir que una cornada puede llegar hasta ser mortal.Y que ahi es donde se separa la paja del trigo o los Jose Tomas de los cordobeses.
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@El País:
La revolución de Epaminondas
ENRIC GONZÁLEZ
EL PAÍS - Deportes - 06-03-2006Los espartanos disponían de la mejor infantería de la antigua Grecia. Sus soldados eran valientes, austeros y disciplinados y dejaron en la memoria el sacrificio de las Termópilas. Tenían un defecto, sin embargo: cargaban con un tradicionalismo casi congénito que les impedía innovar sus tácticas. Lo hacían todo como siempre. Sus propios orígenes míticos establecían un orden eterno: decían haber sido un pueblo levantisco y caótico hasta que el rey Licurgo les dio unas leyes inmutables. Según Plutarco, Licurgo adivinó el punto débil de Esparta y "prohibió que se realizaran frecuentes campañas militares contra un mismo enemigo para evitar que éste aprendiera el arte del combate".
Tebas fue enemiga de Esparta. En 371 ya había aprendido todo lo necesario de los espartanos y, bajo el mando de un genio llamado Epaminondas, realizó sus propias invenciones: creó una unidad de élite compuesta por 150 parejas homosexuales, la colocó a la izquierda de la formación de falanges -el flanco derecho era hasta entonces el más fuerte- y se habituó a atacar con columnas de 50 filas de profundidad. En la batalla de Leuctra, Tebas acabó con Esparta.
El ejemplo de Esparta ha sido siempre tenido en cuenta por los estrategas. Fabio Capello, leído e informado, sabe que la mayor flaqueza de su Juventus, una máquina de guerra que juega de memoria y ataca sin respiro, es la previsibilidad. Tiene grandes dificultades cuando el contrario lo imita y añade un poco de imaginación.
Cuando Capello abandonó el Roma para mudarse a Turín, hace casi dos años, dejó un equipo espartano. Estaba lleno de genios, pero se había habituado a moverse de manera determinada. Ni el efímero Prandelli, ni Voeller, ni Del Neri ni Conti hallaron el truco para reordenar una herencia envenenada: el Roma era una peña de tipos locos que podían cometer cualquier disparate, pero no imaginar un juego sin tres puntas y medio centro, el que, con Capello, les había dado su único scudetto contemporáneo. Hasta cierto punto, la suya fue una crisis espartana.
Hasta que llegó Luciano Spalletti para ejercer de Epaminondas. La primera mitad del curso presentó las mismas dificultades, agravadas por la ruptura con Cassano, que añoraba la tradición capellista. Cuando se fue, sólo quedó un delantero decente en la plantilla, Montella. Pero Montella se rompió. La crisis era tan grave que cualquier experimento, por peligroso que fuera, estaba justificado. En su revolución, Spalletti no echó mano de parejas homosexuales, sino de centrocampistas. ¿Había dejado Capello la herencia de las tres puntas? Pues se acabaron: portero, cuatro defensas y seis medios. En la pizarra, la posición teórica de ariete le tocó al gran Totti. En la realidad, el Roma adoptó el mecanismo de un motor de seis cilindros, con los pistones subiendo y bajando continuamente y sin dar al contrario puntos de referencia.
El fantasma de Capello quedó olvidado, el juego volvió a embelesar y el Roma encadenó once victorias ligueras consecutivas, batiendo las marcas del calcio. La última, la mejor: a domicilio, en el derby contra el Lazio, pese a la ausencia de Totti. La Gazzetta dello Sport decía ayer que el prodigioso magma centrocampístico de Spalletti disponía de un precedente en el mítico Honved, húngaro, de los 50. Nada más y nada menos.
Este texto fue cerrado antes de que se disputara el Roma-Inter de anoche. Fuera cual fuese el resultado, Spalletti-Epaminondas se había convertido ya en el entrenador del año y en la única alternativa auténtica a Capello-Licurgo.
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@El País:
Las tres hermanas
ENRIC GONZÁLEZ
EL PAÍS - Deportes - 13-03-2006Juventus, Milan e Inter viven junto a los Alpes y llevan franjas negras. Por lo demás, no se parecenAquí están otra vez las tres hermanas del calcio. Juventus, Milan y posiblemente Inter, si el martes supera su partido pendiente con el Ajax, pisan por enésima vez los cuartos de final de la Liga de Campeones. Las tres hermanas viven junto a los Alpes y llevan un vestido con franjas negras. Por lo demás, no hay en el mundo hermanas menos parecidas.
La mayor, la Vecchia Signora, blanca y negra, se hace pasar a veces por la reina de Turín. No lo es. La Juve es más italiana que turinesa. Si trasladara su estadio a Palermo o a Roma, tendría quizá más espectadores que en el gélido de los Alpes. A diferencia de otras sociedades, crecidas en un ámbito geográfico determinado y ligadas a un cierto paisaje, el Juventus fue desde joven un equipo de empresa. La empresa, Fiat, era de Turín. Pero era también el estandarte industrial de toda Italia y recogía a personas de todas las procedencias, mayormente del Sur.
Pese a todos sus esfuerzos, nunca alcanzó una hegemonía indiscutible en los sentimientos de sus convecinos, que hoy siguen amando aún el sueño romántico del Torino. Los sucesivos magnates Agnelli educaron al equipo de la empresa familiar en la disciplina, el esfuerzo y el orden, todo ello de tradición piamontesa, y lo uncieron al yugo de Fiat. Luego alzaron la bandera blanquinegra e invitaron a todos los italianos a cobijarse bajo ella. Si alguien tuviera interés en descubrir no cómo son los italianos, sino cómo querrían ser, haría bien en escudriñar el alma ambiciosa, tenaz, seca y prepotente del Juventus.
La hermana mediana, roja y negra, nació en 1899, dos años después que la Signora, y salió medio extranjera. Como la fundó un inglés, Alfred Ormonde Edwards, fue bautizada con un nombre inglés, Milan, acento en la primera sílaba, y no con el nombre italiano de su ciudad, Milano. No está muy clara la razón, pero desde el principio -avasallador, con un primer scudetto en 1901 que rompió el dominio del Génova- prefirió la compañía de los obreros. En la ciudad más burguesa de Italia, el Milan, como sus colores, se convirtió en símbolo del proletariado. Hasta los años 50, cuando el dinero empezó a marcar diferencias entre un club y otro, no tuvo como presidente a un patrón, a un empresario o, por utilizar el término local, un potente.
El carácter de la hermana mediana definió, por exclusión, el de la hermana menor. El Internazionale, más conocido como Inter, azul y negro, nació en 1908 de una costilla burguesa del Milan. Un grupo de patrones y profesionales, hartos de no mandar en el club de su ciudad, lo abandonaron y fundaron otro. Si el Milan era alegre, optimista, pobretón y un poco hortera, el Inter se convirtió de forma inexorable en casi lo contrario: lo suyo fue el dinero, malgastado; el pesimismo, la derrota elegante y una especie de permanente angustia existencial que reflejaba, acaso, las dudas de una clase dominante o las dudas de todo un país: si el Inter es también conocido como La Bienamada será por algo.
El Milan, la hermana proletaria, ha pasado por la Segunda División, una tragedia que las otras dos nunca han vivido. También ha pasado por las manos de Silvio Berlusconi, lo que alguno podría considerar no menos trágico. Hay que reconocer, sin embargo, que el hombre más rico de Italia se ajusta como un guante a la tradición milanista y que su gestión como presidente del Milan -otra cosa es la presidencia del Gobierno- muestra pocos fallos. Berlusconi es optimista, chistoso y un pelín farsante, como la peña de currantes que constituyeron la primera masa social. Impuso desde el principio de su mandato una norma fundamental: si él ponía dinero, y lo ponía, el técnico y los jugadores debían poner de su parte un fútbol bello y agresivo. Esa ley interna ha funcionado durante más de un cuarto de siglo y ha dado, además de éxitos, continuidad a la tradición milanista.
El Milan, que pasó meses muy malos tras la desgracia del año pasado en la final de Estambul, vuelve a intentarlo. Por su pasado, por su estilo y por su indestructible ánimo proletario, sería hermoso que dispusiera de una nueva oportunidad.
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Suick i jo sempre hem tingut dubtes de la filiació calcistica d'Enric González. Teniem sospites de romanisme, però cada vegada (més amb cert lazialisme que han destilat alguns dels seus articles) en tenim més dubtes. L'escrit d'avui era una ocasió bona per a desenmascarar-se, però…???
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@El País:
Zapping
ENRIC GONZÁLEZ
EL PAÍS - Deportes - 20-03-2006Para muchos aficionados españoles, en general para quienes no tifan por el Barcelona o por el Villarreal, la Liga de Campeones se ha convertido en una cuestión estética, en un asunto más filosófico que pasional.
Hay quien se traga el sapo y, en nombre de la patria, apoya al equipo español que sigue vivo. Hay también quien no se traga nada y desea que el rival eterno sufra una eliminación de lo más dolorosa.
Patrias y rencillas al margen, la actitud contemplativa de quien está ya fuera puede inducir al zapping en las próximas eliminatorias.
Nuestro afán de servicio nos impele a ofrecer una pequeña guía sobre las situaciones en las que resulta aconsejable detenerse en un partido disputado por el Juventus de Fabio Cape
llo, el Milan de Carlo Ancelotti o el Inter de Roberto Mancini.
- El Juventus pierde por 1-0. La Juve tiene algo de Mae West: cuando es buena, es muy buena; cuando es mala, es mejor. Y saca toda su maldad cuando le toman ventaja.
La Vieja Señora no está habituada a perder y con un gol en contra se eriza, araña, patalea y padece una agonía. Ningún equipo sufre de una forma tan carnal como el Juventus. Tiembla el mentón de Capello, Nedved cae muerto al borde del área por un soplido del defensa, Emerson y Vieira sudan y empujan como posesos…
El Juventus suele acabar remontando -por pura chiripa si hace falta, como ante el Werder Bremen-, pero, mientras pierde, ofrece un espectáculo de los que cortan el aliento.
Muy aconsejable para sadomasoquistas.
- El Milan gana por 2-0. El Milan dispone de un mecanismo interno muy sencillo: un compás, Pirlo; un muelle, Kaká, y dos percutores, a elegir entre Shevchenko, Gilardino e Inzaghi.
Pero el equipo es grandote, culón, de timón lento. Le cuesta frenar si adquiere ventaja, por lo que suele arrollar por goleada a los adversarios -los cuatro goles al Bayern Múnich-, pero también le cuesta virar cuando las cosas se tuercen -la remontada del Liverpool en la final de Estambul-.
Más que del entrenador, el problema procede de la defensa, muy veterana, muy acostumbrada a marcar el centro de gravedad y con tanto peso específico que atrae hacia sí al resto del equipo.
El Milan tiene talento para regalar y una cierta carencia de agilidad, física y mental. Con un 2-0 a favor, puede marcar tres más o puede acabar perdiendo.
Muy aconsejable para los amantes de los marcadores sensacionales.
- El Inter gana por 1-0.
El Inter sabe jugar al fútbol. Mancini no ha inventado nada, pero cuenta con un buen ventilador, Verón, que da oxígeno a las alas, Figo y Stankovic, y al poderoso, ciclotímico e imprevisible Adriano.
Lo que pasa es que el Inter es más auténtico cuando duda, cuando se fía porque va con ventaja, cuando descubre sus flancos. En esos momentos le vienen los suspiros y las melancolías y puede ocurrir de todo. Puede marcar otros dos goles con dos zarpazos lánguidos o puede complicarse muchísimo la vida.
En ese momento del 1-0, de luz incierta, resalta además el juego como medio centro del argentino Cambiasso, una madraza generosa que lo hace todo sin decir nada, que cubre todos los huecos y perdona todos los errores.
Para el Inter, Cambiasso es casi una señal del cielo: después de tanto tiempo vendiendo joyas y comprando churros o caballeros venidos a menos por la edad, el pivote de la selección albiceleste llegó casi regalado del Madrid y resultó una maravilla.
El partido en el que el Inter va un paso por delante en el marcador resulta, en definitiva, muy aconsejable para los aficionados al suspense.
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@El País:
El fantasma de Adriano
ENRIC GONZÁLEZ
EL PAÍS - Deportes - 27-03-2006Un espectro recorre los estadios italianos. Se llama Adriano Leite Ribeiro y no mete un gol ni a tiros. Convertido en el fantasma de sí mismo, acosado por una jauría rival, Adriano resopla, empuja, cae, se levanta, vuelve a intentarlo, y así pasa un partido, y luego otro, y otro. Lleva tres goles este año, tres goles facilones contra dos adversarios facilones, Cagliari y Sampdoria. El gol se le ha olvidado.
Adriano no es un bluff. Quien le vió jugar cuando era Adriano, no su fantasma, sabe lo que vale. Sufre, sin embargo, de dos males graves: uno, la ansiedad por jugar; dos, la ciclotimia. Un delantero no tiene por qué entender el juego. Es probable que la mayoría de los medios aficionados sepan más que Hugo Sánchez, Muller o Romario. A un ariete le basta el instinto porque en su oficio no se piensa, se actúa: hay que adivinar por dónde llegará el balón y soltar el cuerpo e ir en busca del gol. Hacen falta un pie exquisito, una coordinación sobrehumana, una cabeza a prueba de porrazos y un punto de maldad; para pelotear están los otros.
Cuando Adriano no encuentra la portería, se empeña en ir para atrás. Eso dice mucho de su pundonor, pero no sirve de nada. Dar un pase en corto en el círculo central sin tener un plan en la cabeza es como pintar un palote sin saber que es una i. Y mientras está detrás no está delante, vagueando a la espera de un rebote, como hacen los arietes en sus días tontos. Tampoco le salen ya aquellas cabalgadas de 40 metros, porque cuando llega al área dispara contra el línier. Cuanto más falla, más se desespera y más penoso resulta verle bufar, como una ballena que gime y busca una vía de fuga mientras la despedazan los cachalotes.
Cuando le salen las cosas parece el jugador total, el concepto platónico del futbolista. Cuando le salen mal, hace lo necesario para que le salgan peor. Su ciclotimia no es nueva. El Inter lo compró al Flamengo en 2000, con 18 años, y se lo llevó a un Trofeo Bernabéu para exhibirle. Dado que hablamos del Inter, fue cedido al Fiorentina. Al año siguiente se interesó por él el Parma, que gastó en el sueldo de Adriano sus ahorros. Fue Sacchi, por entonces director deportivo del Parma, quien se empeñó. "Espero no equivocarme", dijo Sacchi, "porque es un fenómeno, pero hace cuatro meses que le sigo y hace cuatro meses que juega asquerosamente mal".
Adriano se recuperó, salvó al Parma y volvió al Inter. Con algún pequeño bache, había funcionado gloriosamente bien hasta ahora. Hizo a la afición regalos de los que no se olvidan, como cuando fue a Brasil para enterrar a su padre, volvió, fue casi directamente del avión al campo y arrasó. Demasiado hermoso para ser eterno.
Su entrenador, il bello Roberto Mancini, habla de "problema psicológico". Lo es. Si Adriano se sometiera a un psicoanálisis, el bloqueo quizá se resolviera en cuanto se nombrara a Zico. Zico fue el ídolo de Adriano y sigue siéndolo. Alguien debería decirle a Adriano que, aunque tire las faltas casi tan bien como Zico, no trabaja de capitán general, sino de infante de asalto, y que no debe obsesionarse con el fútbol. Debe convencerle de que basta esperar. De que lo suyo es tener paciencia, como los predadores o los vendedores de seguros.
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Ciclotimia cronica: Manchev, Congo, Bieffe Rodriguez…
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@Noirot:
Ciclotimia cronica: Manchev, Congo, Bieffe Rodriguez…
Lo mismo que pensaba yo al leerlo. Lo de esos es eclipse total. Que triste que Mustapha sea ahora el quinto delantero, es como para borrarse.
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Que triste que Mustapha sea ahora el quinto delantero, es como para borrarse.
Sense veure-ho, t'explicarien que Vladimir està per davant en les preferències del cap de suro de Mané i no t'ho creuries.
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@El País:
Luciano, Cesare y la tercera edad
ENRIC GONZÁLEZ
EL PAÍS - Deportes - 03-04-2006El otro día, cuando terminó el entrenamiento, Luciano Spalletti le dijo a Okaka que se quedara en el campo. Mientras los demás jugadores del Roma cantaban bajo la ducha, Spalletti centraba balones y Okaka remataba de cabeza. Los dos solos, entre bromas, como un par de amigos. Okaka tiene 16 años y ayer jugó contra el Fiorentina. También jugaron Acquilani (22) y Rosi (18). De Rossi, que a los 22 se ha convertido en uno de los mejores medios centro del calcio, se quedó en el banquillo por lesión.
A mediados del segundo tiempo, cuando el Roma marcó el gol que igualaba el de Toni (el 26 de la temporada), Cesare Prandelli hizo cambios. Introdujo a Montolivo y llamó a Bojinov para conversar un instante. La cosa fue más o menos así: "¿Te va bien seguir por la izquierda?". "Sí, míster; estoy cómodo". "Pues tú, por la derecha, Montolivo". "Vale". Y el Fiorentina tomó la iniciativa al final.
La cosa, que concluyó en empate (1-1), permitió comprobar el buen trabajo de los dos técnicos más eficientes, dialogantes, imaginativos y honrados del campeonato italiano (Pillon, del Chievo, también estupendo, se queda por ahora un poco por debajo del dúo de moda). Uno, Prandelli, inventó a principios de curso un esquema eficaz basado en Toni, el prolífico hombre en punta. El otro construyó sobre la base de Totti, que para el Roma viene a ser como la suma de Ronaldo y Ronaldinho, y fue perdiendo piezas por el camino (Cassano se fue, Montella se rompió) hasta perder al propio Totti. ¿Qué hizo? Sacar a los chavales y enseñarles a jugar en movimiento continuo para que todos fueran a la vez creadores y ejecutores y la suma de su esfuerzo cubriera el hueco del gran Francé. Lo que salió, la llamada Banda de Hermanos, es uno de los equipos más humildes, esforzados y vistosos del torneo.
Fiorentina y Roma, Prandelli y Spalletti, compiten por el cuarto puesto. Los tres primeros, como siempre, están reservados para las tres hermanas. El scudetto lo ganará Fabio Capello, que se enfadó el sábado con Ibrahimovic. Capello lleva días enfadado. Le molesta que se vea el cartón de su supuesta magia y en las eliminatorias europeas, cuando su robusto y veterano cuadrado mágico (Cannavaro, Thuram, Vieira y Emerson) ha empezado a ir mal de bofe y ha dejado de gozar de lo que los italianos, con deliciosa discreción, llaman "sumisión psicológica" de los árbitros a la Juve, el cartón ha asomado por todas partes.
Roberto Mancini, el atildado técnico interista, tiene sólo 41 años y debería apostar por la juventud y la inventiva. Ocurre al contrario: parece fiarse sólo de jugadores cercanos a su generación. Sus hombres de confianza son Verón y Figo, treintañeros. Por no hablar de su mano derecha, Mihailovic, que a los 37 parece del otro lado de la frontera escatológica (en un sentido filosófico, no excrementicio).
A Carlo Ancelotti le gusta que su Milan juegue al ataque. Pero, si repasamos las partidas de nacimiento de los que alineó el sábado ante el Lecce, desde los venerables Costacurta (40 años) y Maldini (38) hasta los Cafú (35) y Rui Costa (33), se entiende que el Milan perdiera ante uno de los colistas.
En el momento culminante de la competición europea, los equipos italianos, mucho más vetustos que el Arsenal, el Barcelona o el Lyón, corren el riesgo de asfixiarse en la última cuesta. Ya pasó algo parecido la temporada pasada: lo del Milan frente al Liverpool no fue despiste, ni exceso de confianza ni mala suerte; fue, muy probablemente, un simple achaque.