El racó del Calcio
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@1o6a2l8y:
Cómo no fallar un penalti
ENRIC GONZÄLEZ 26/02/2007
Hay quien piensa que para entender de fútbol conviene haberlo jugado. Otros basan su ciencia en las combinaciones numéricas, 4-2-4, 4-4-2, 4-2-3-1, o en un examen detallado del abdomen de Ronaldinho. Todo ayuda, por supuesto. Pero las páginas deportivas no lo cuentan todo. En realidad, para entender el fútbol (y la política, y la cultura, y la hipoteca que uno paga) conviene adentrarse en la estepa de la economía. A veces se descubren historias edificantes y enternecedoras, como la que cuenta el periodista y dramaturgo Gianfrancesco Turano en su libro Tutto il calcio miliardo per miliardo.
La historia empieza en una noche romana de 2001, desbordante de euforia: la ciudad celebra el scudetto del Roma. El equipo giallorosso es formidable: Totti, Batistuta, Emerson, Cafú, Samuel… El propietario de la sociedad, Franco Sensi, magnate del petróleo y la hostelería, ha gastado todo lo que ha podido, y más, para componer una alineación memorable. En ese empeño, ha contado con la gentil colaboración crediticia del banquero Cesare Geronzi, presidente de Capitalia y vicepresidente de Mediobanca, uno de los dueños de Italia.
El siguiente capítulo se desarrolla en 2004. El Roma no ha vuelto a ganar ningún scudetto y su deuda ya es agobiante. Entonces aparece Roman Abramovich, el inmensamente rico propietario del Chelsea, que ofrece 150 millones de euros por Totti y Emerson. Sensi, de acuerdo con el entrenador, Fabio Capello, y con el director deportivo, Franco Baldini, responde que Totti no está en venta, pero sí lo está la sociedad. Por unos millones más, el magnate ruso puede quedarse con todo. Abramovich tiene bastante con el Chelsea, pero habla del asunto con dos amigos suyos, Anatoli Kolotinin y Suleiman Kerimov, de la Nafta Moskva. Kerimov, un tipo tan oscuro como todo lo que rodea hoy el Kremlin, es a los 38 años diputado de la Duma y una de las 100 personas más ricas del mundo.
Kolotinin y Kerimov contratan a Salvatore Trifiró, un abogado que trabaja para las mayores empresas italianas, como garantía de seriedad. Y ponen sobre la mesa una oferta de 400 millones de euros por el Roma y por varias de las instalaciones petroleras de Sensi. La venta está a punto de cerrarse.
Pero, ay, la cosa no conviene al banquero Geronzi, que a esas alturas está a punto de quedarse con esas instalaciones petroleras y con otros bienes que la familia Sensi aportó como garantías a los créditos. Si llegan los rusos, Geronzi recupera los préstamos. Lo que Geronzi desea, sin embargo, es lo otro: los bienes. ¿Qué hace? Lo que haría cualquiera en su caso: llama a Silvio Berlusconi, presidente del Gobierno y del Milan, y le plantea la situación. Il Cavaliere comprende que al Milan tampoco le interesa un Roma rebosante de petro-rublos. ¿Solución? Berlusconi telefonea a su amigo Vladimir Putin y le pide que bloquee la oferta de Nafta Moskva. Simultáneamente, alguien envía a la Guardia de Finanzas a revisar a fondo todas las cuentas del Roma.
Putin actúa con rapidez y la oferta rusa se esfuma pocos días después. El Roma no puede pagar a Geronzi y éste se queda con la mitad de Italpetroli, la empresa de Sensi: penalti y gol. Capello y Emerson se marchan al Juventus. El sueño romanista de competir en pie de igualdad con el Milan o el Inter se convierte en humo.
Una historia edificante, ¿no? Tiene además un curioso epílogo. En noviembre pasado, Kerimov sufrió un gravísimo accidente automovilístico en Niza mientras conducía un Ferrari prestado. La policía francesa abrió una investigación.
El Roma, a todo esto, ganó ayer por 3-0 al Reggina. Totti falló un penalti por sexta vez esta temporada. Geronzi y Berlusconi fallan mucho menos.
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¡No ganó el Inter! La verdad es que da igual, la liga es suya, pero ahí queda el dato.
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@sv41sdeu:
El beso de la desgracia ajena
ENRIC GONZÁLEZ 05/03/2007
Sería el colmo, pero cada domingo parece más posible: el Torino se arriesga a descender y cruzarse con el Juventus por el camino. Todo el esfuerzo realizado por el Toro para volver a la Serie A tenía un objetivo supremo, el de jugar de nuevo un derby turinés y ganarlo. Aunque sólo fuera una vez. Este año no puede ser porque la Vieja Señora purga sus corrupciones en la Serie B. En septiembre próximo, el Juventus estará, sin ninguna duda, de vuelta en la Serie A. Quien puede no estar es el Torino. Y el sueño del derby se habrá esfumado, al menos, por un año más.
La desgracia, es bien sabido, viste una camiseta grana. Desde la catástrofe de Superga (1949), cuando el mejor Torino de todos los tiempos desapareció en un accidente aéreo, una sombra persigue a los vecinos del Juventus. El caso de Gigi Meroni, la mariposa grana, el jugador emblemático que murió atropellado por un joven seguidor del Toro (para rizar el rizo, el muchacho que conducía llegó a ser presidente del club), es sólo la más tremenda en una lista de fatalidades.
Otro Gigi del Torino, jugador de banda como Meroni y como Meroni propenso a la vida loca, también recibió el beso de la desgracia grana. La trayectoria de Gigi Lentini es una parábola perfecta, en el sentido evangélico.
Lentini tenía 20 años cuando deslumbró a los aficionados del Toro. Ofrecía la magia del fantasista y la emoción del extremo. Parecía destinado a tocar el cielo. A nadie le extrañó que el Milan y el Juventus se pelearan por contratarle en una subasta que elevó su precio hasta los 65.000 millones de liras, unos 33,5 millones de euros. Era 1992 y Lentini, con sólo 23 años, se convirtió en el futbolista más caro de todos los tiempos. Se lo llevó el Milan de Silvio Berlusconi, que pagó una parte en dinero negro. El pastel se descubrió, pero no pasó nada: el sumario fue sobreseído años después. Sí pasó algo entre la gente grana, que se enfureció por el traspaso de su estrella. La sede del club sufrió un asalto por parte de un grupo de salvajes. La mayoría de los aficionados no asaltó nada y se limitó a irse a su casa con el corazón roto.
Lentini se instaló en pleno centro de Milán, en el barrio de la moda y las modelos, y se compró un Porsche Turbo. Al año siguiente, 1993, el Porsche de Gigi Lentini derrapó en una curva de una autopista piamontesa, dio varias vueltas de campana y se incendió. El futbolista fue rescatado en estado de coma y con el esqueleto quebrado por todas partes. Tardó meses en recuperarse, sufrió una pérdida parcial de memoria y Fabio Capello, entonces entrenador del Milan, prefirió no volver a contar con él. Capello se fue al Madrid, pero llegó Tabárez, quien tampoco contó con Lentini.
El que fue el jugador más caro de todos los tiempos se marchó al Atalanta (1996-1997) y regresó luego al Torino, donde jugó cuatro temporadas. Se reencontró con un Toro hundido en la miseria. Las falsificaciones contables que habían permitido camuflar parte de los ingresos de la venta del propio Lentini, la venta del histórico estadio Filadelfia y todo tipo de trapacerías financieras concluyeron en quiebra y refundación. El Torino era un equipo ascensor que pasaba más tiempo en la planta baja que en el ático de la Serie A. En 2001, con 31 años, Lentini pasó al modesto Cosenza.
En 2004 le llegó el momento de la retirada. Pero hizo algo insólito. Como si quisiera justificar por cantidad, ya que no había podido hacerlo por calidad, su gigantesco traspaso de 1992, Gigi Lentini fichó por el Canelli, un equipo de aficionados. Su ayuda y la de su amigo Fuser, otro semiretirado, llevó al Canelli a la Serie D, ya dentro de la categoría profesional. Lentini cobra 2.500 euros mensuales y mantiene una estrecha relación con la desgracia grana: recientemente, el ciclomotor que conducía se estrelló contra un coche sin otro daño para él que unos rasguños. Sigue jugando al fútbol.
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@29gw0cwz:
Amantino
ENRIC GONZÁLEZ 12/03/2007
Lo de Mestalla, con su empate y su tangana, entraba dentro de lo predecible. El Valencia y el Inter jugaron con los dientes apretados y la yugular hinchada, a la argentina, y en esos casos puede escaparse el mordisco. La bronca final habría sido penosa, pero venial, de no enloquecer aquel muchacho del banquillo. Llegarán los castigos y se robustecerá, probablemente, la mutua antipatía. En cualquier caso, cuenta lo que cuenta. Y el avance del Valencia a cuartos no constituye una gran sorpresa. Tampoco el avance del renqueante Milan, cuya necesidad de prórroga ante el Celtic, como su derrota de ayer ante el Inter, da una idea bastante exacta de
Lo verdaderamente peculiar fue lo del Roma.Si un marciano hubiera bajado a la Tierra el martes, se hubiera abonado a todos los canales de pago y hubiera estudiado todos los encuentros europeos, habría llegado a la conclusión de que el Roma es el gran tapado de esta Liga de Campeones.
La gracia del Roma radica en un alma impredecible. Y esa gracia excéntrica se ajusta como una camiseta al cuerpo de Alessandro Faiolhe Amantino, conocido como Amantino Mancini. ¿Alguien se acuerda de Luis Silvio Danuello? ¿No? No, claro. El tal Danuello era un jugador aficionado en Brasil, adquirido casi a ciegas en 1980 por el Pistoiese, recién ascendido a la máxima categoría. Cuando llegó a Italia, le preguntaron si era delantero: "Sei una punta?". Danuello dijo que sí, que era "ponta", lo que en portugués significa centrocampista. Le colocaron de ariete, duró seis partidos y el Pistoiese bajó de nuevo a la B.
Pues bien, lo de Mancini es como lo de Danuello, pero al revés. Amantino Mancini llegó a Italia en 2002, adquirido por el Roma al Atlético Mineiro y cedido al Venezia. El Roma lo había fichado como recambio de Cafú porque en Brasil jugaba como lateral derecho, y el técnico veneciano, Gianfranco Bellotto, le mantuvo en esa posición. Fue un desastre.
La temporada siguiente, 2003-2004, Fabio Capello lo rescató para el Roma. Aún no había debutado y ya estaba en todos los chistes: los pronosticadores profesionales le señalaban como el fiasco del año. Capello le hizo jugar un poco más adelantado, como centrocampista externo, y el público empezó a dudar de que Amantino fuera tan malo como había parecido en Venecia. Entonces llegó el derbi con el Lazio y el gol mágico de Aamanti: córner y remate de tacón, al ángulo, en un salto indescriptiblemente bello. Los romanos, que, por razones de vecindad vaticana, tienen a Dios muy a mano (uno de sus gritos contra la afición adversaria es "Che Dio vi furmini", "Que Dios os fulmine" con acento local), bautizaron la jugada como "il tacco di Dio". Mancini empezó a tocar la gloria.
Luego hubo lesiones y complicaciones. Lo peor fue lo segundo: cuando se juega en el Roma, pelearse con Francesco Totti constituye una gran complicación. Mancini se peleó con el tótem. Por entonces, su traspaso al Juventus se daba por seguro. En éstas que llegó Luciano Spalletti al banquillo romano y prohibió la venta del hombre del tacón de oro. Spalletti forzó la reconciliación con Totti y adelantó un poco más la posición de Mancini. El brasileño que llegó a Italia como lateral derecho se transformó en extremo izquierdo.
Quien vio el gol de Amantino Mancini frente al Lyón (control de un balonazo larguísimo, cinco bicicletas en el área, adiós para siempre al defensa y zurdazo a la escuadra) tiene motivos para besar la calva de Spalletti y para amar el fútbol.
El Roma es capaz de jugar muy bien, como demostró el martes. Si juega siempre así, llega paseando a la final de Atenas. Pero el Roma, como Totti, como Mancini, sufre de vez en cuando ciclotimias agudas. Eso suele ser fatal en Liga de Campeones. La eliminatoria con el Manchester dará la medida romana. Si las cosas van mal, quedará al menos el gol de Mancini. Y se podrá hacer con él lo que recomendaba Trappatoni, con su involuntario surrealismo: "olvidarlo como un recuerdo bellísimo".
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Gracias por poner el articulo
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Por cierto Mancini me parece un pedazo de jugador, maximo asistente del año pasado en Italia y de los maximos goleadores sin ser delantero centro, uno de los jugadores mas infravalorados que conozco junto con Cambiasso.
Dunga, ¿ a que esperas ?
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Con tu permiso Suick, pongo el comentario de ayer de "historias del calcio" por nuestro amigo el viejo Milanista.
LA ETERNIDAD INMUTABLE
ENRIC GONZÁLEZ 19/03/2007
Los antiguos egipcios distinguían dos tipos de tiempo infinito. Uno era el neheh, en el que los ciclos característicos del tiempo (días, mareas, equinoccios) se sucedían indefinidamente. Otro era el djet, un concepto paradójico porque definía el tiempo por su ausencia: el djet era la eternidad inmutable, sin ciclos, sin envejecimiento, sin regeneración. En el djet no era posible ningún cambio. Neheh y djet eran obviamente incompatibles. El faraón podía irse al djet una vez muerto en el neheh, pero no saltaba de uno a otro.
En Italia, la incompatibilidad entre neheh y djet no resulta tan clara. Funcionan los relojes, pasan los días y la gente envejece, por supuesto. El senador vitalicio Giulio Andreotti, conocido en el Parlamento como Belcebú, puede ser, como sospechan algunos, inmortal; ello no le impide envejecer y experimentar cambios. Existe constancia, por ejemplo, de que a mediados de los 80 Andreotti se hizo unas gafas nuevas, con la montura más fina. Los ciclos italianos del neheh parecen, sin embargo, impregnados del espíritu de inmutabilidad proprio del djet.
No hablamos de política, aunque la política forme parte del misterio. Ahora mismo, la ciudadanía del Bel paese se enfrenta a una perspectiva peculiar: si en un plazo más o menos breve hubiera que celebrar elecciones anticipadas, cosa posible, podrían verse obligados a elegir entre Romano Prodi y Silvio Berlusconi. Como siempre. Y a esperar un nuevo programa de Adriano Celentano. Como siempre.
Hablamos de fútbol. Quizá el lector recuerde que en el estadio de Catania un policía fue asesinado en una noche de terribles disturbios (2 de febrero de 2007) y que las autoridades prometieron un cambio drástico. Se acabaron las contemplaciones, dijeron. Basta tolerancia. Todo iba a ser distinto y nuevo. El Gobierno aprobó un paquete de medidas para salvar el calcio de una violencia autodestructiva y lo envió al Parlamento. El paquete de medidas está ahora en la Cámara de Diputados, un espacio sospechoso de contener djet. Y las nuevas normas durísimas, reblandecidas en adobo de enmienda garantista, se parecen cada vez más a las viejas normas complacientes. Volverán los contratos entre clubes y peñas de ultras, volverán los trenes del salvajismo y, poco a poco, volverá todo lo demás. ¿Que no? La Liga de Fútbol ha caído en manos de Antonio Matarrese, un antiguo diputado democristiano que dirigió la Liga entre 1982 y 1987 y la Federación entre 1987 y 1996. Todo un clásico. Un tipo con experiencia suficiente como para afirmar que las matanzas en los estadios forman parte del sistema y no hay que hacer tantos aspavientos. La Federación, que tras el escándalo de la manipulación de resultados (hace una eternidad: ocurrió en 2006) fue confiada a un eminente jurista, Guido Rossi, y luego a un renovador como Luca Pancalli, celebrará elecciones el mes que viene. El candidato con más posibilidades se llama Giancarlo Abete y era vicepresidente de la Federación allá por 2006, cuando se coció el escándalo.
Esta semana se ha publicado un dato curioso: los italianos van más al teatro que al estadio. Los tifosi constituyen la gran mayoría del país, y quien más, quien menos, tiene el corazón entregado a unos colores balompédicos. Pero la gente no es tonta. En 2006, los teatros acogieron 13,5 millones de espectadores de pago. Los estadios, 12,7 millones. Influye la violencia en las gradas, sin duda. Lo esencial, sin embargo, debe ser la variedad: los teatros cambian de función de vez en cuando.
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Con el tema del festivo se me había pasado. Gracias por colgarlo, que si no esta semana no lo hubiera leído.
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El Tribunal Supremo, en su segunda sección penal, ha declarado “la prescripción del delito de fraude deportivo” en relación al ex administrador delegado y del jefe de los ser vicios médicos del Juventus Turín, Antonio Giraudo y Riccardo Agricola, respectivamente, sobre los que ahora cae una “mancha”.
La decisión de ayer del Supremo se debe al recurso presentado por la Fiscalía de Turín contra la sentencia del Tribunal de Apelación que, el 14 de diciembre de 2005, había absuelto por “no existencia del delito” a Giraudo y Agricola de un presunto uso indebido de medicamentos en el Juventus Turín entre 1994 y 1998.
El Supremo, con su sentencia, viene a compartir el recurso presentado por la Fiscalía, pero considera que ya ha prescrito el delito. Es decir, mantiene probada la ilícita administración de fármacos a los jugadores del Juventus, excepto en el apartado que atañe a la “eritropoietina” (Epo).
Durante su alocución de ayer, el fiscal del Tribunal Supremo, Vito Monetti, solicitó la anulación de las sentencias de absolución emitidas por el Tribunal de Apelación para Agricola y a Giraudo, y, por tanto, la celebración de un nuevo juicio.
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Que me perdone Enric,pero me ha parecido divertido.
@Iñigo Dominguez en las provincias:
carta del correponsal
Adiós pancartas
El decreto contra la violencia en el Calcio hace peligrarlos carteles, histórico mediode expresión de los ‘tifosi’, fuente de ingenio populary tradición única en EuropaÍÑIGO DOMÍNGUEZ/ VALENCIA
Este es el primer fin de semana de fútbol en Italia sin striscioni , las famosas pancartas que los aficionados llevan al campo desde hace una vida para animar a su equipo o, más habitualmente, para insultar al contrario. Pero también para hacer profesión de fe, opinar de política, comentar la actualidad o lanzar proclamas al gentío, simplemente porque a uno le da la gana. Es todo un arte y se exponen en cada partido como una competición de ingenio entre las hinchadas, a ver quién es más gracioso.
Está de más decir que vale todo con tal de humillar al rival, y se suele apelar a estereotipos ruines, insultos bajos o jerga sexual. Uno de los casos más famosos es el del Nápoles-Verona de 1989. A la ida, los veroneses se presentaron con un insulto muy directo: “¡Lavaos!”. Los napolitanos tuvieron toda la primera vuelta para pensar la réplica. ¿Qué insulto podía llegar al corazón de Verona? Y ahí tuvieron el golpe de genio, una pancarta colosal que decía sin más: “Julieta es una pvta”.
Hay hasta libros de estas frases, y un programa repasa cada lunes las mejores. Sin embargo, las autoridades han llegado a la conclusión de que esta práctica, única en Europa, es uno de los elementos que contribuyen a la violencia en el fútbol. Un nuevo decreto prohíbe las pancartas de contenido violento, injurioso o amenazante, además de los mensajes y símbolos políticos. Es decir, casi como prohibirlas. Por ejemplo, el rojerío de Livorno no podrá aparecer con sus imágenes del Che Guevara.
Además, los tifosi que quieran llevar cartelones deben hacer la solicitud al club con una semana de antelación, especificando lo que dicen y su tamaño. Para muchos aficionados, significa la muerte de los striscioni . Otros, simplemente opinan que se deberá agudizar el ingenio. La mayoría, en realidad, piensan que al final harán lo que quieran, como siempre. Lo cierto es que estas muestras de humor popular son la sal del Calcio. Veamos algunos ejemplos. “Nosotros al play-off, vosotros a la playstation”, se vio en un derbi Livorno-Pisa, pues las rivalidades toscanas son terribles. También la turinesa: “Sois más feos que la Multipla”, dijeron los del Torino a la Juventus, en referencia a un modelo de Fiat, también propiedad de los Agnelli.
Una muy famosa fue la dedicada al anterior entrenador bianconero, famoso por sus puritos: “Lippi, fúmate este” y a continuación aparecía dibujado el inevitable pene de grandes proporciones ¡del que salía humo gracias a la hábil colocación de un bote detrás de la pancarta!
Por no hablar del odio romano: “Nosotros al Circo Máximo, vosotros como máximo al circo”, se mofaron en la Roma tras ganar la liga y celebrarlo en el histórico recinto. En Roma están muchos de los mejores, como éste de la Lazio, que se burla de la mujer de Totti, azafata en un programa donde las animadoras se llaman letterina ( letritas) : “Ilary-Totti: una letterina para un analfabeto”. Al centrocampista romano siempre le han sacado mucha punta con su chica. “Totti per uno, Ilary per tutti”, pidieron un día en Palermo.
Reflexiones individuales
Muchas pancartas son en dialecto o de humor intraducible, pero algunas son muy claras. Por ejemplo, esta de Mestre: “Venecia existe porque la mierda flota”. Aunque también las hay intelectuales, como un cartel de Matera que decía “Cristo se paró en Eboli para no ver Potenza”. O directamente, el sarcasmo: “Resignaos, sois de Pisa”, dijeron en La Spezia.Los más encantadores son los que siguen esta línea, y aún más los individuales de dos palos, los stecatti , por el hecho entrañable de que alguien se pare a pensar y eche la tarde con un bote de pintura y una sábana. Todo para ir al campo y decir, por ejemplo: “Bebo y soy feliz”, de un aficionado del Chievo, “¡Viejas maneras!”, ruego de un anciano de Cesena, “Paz y coños”, en el Olímpico de Roma, o “Sin Kaká estoy mal”, en Milán. Pero estas reflexiones también son de enormes dimensiones, como una de la Lazio a la Roma: “¿Pero qué os hace sentir tan importantes si no contáis una mierda?”. Ocupaba todo el fondo norte.
Al margen del fútbol, la poesía popular llega a todo. “Bush: comprate el Risk”, “Me han quitado puntos del carné, pero tengo más del Inter” o “Biscardi: procesa a tu peluquero”, dirigido al más famoso locutor deportivo, de pelo color zanahoria y cuyo programa, El Proceso , desapareció en el escándalo de los partidos amañados al descubrirse que comentaban la moviola a favor de la Juventus. Pero las pancartas también son a menudo vehículo de muestras de solidaridad de desgracias, condena de atentados o apoyo a secuestrados. Y en Nápoles siempre hay varios de amor a Maradona.
Los aficionados van un par de horas antes al estadio sólo para enfrentarse al enemigo a través de las llamadas coreografías, todo un ritual de imagen, colores y pancartas que se exhiben al rival. Las agrupaciones de ‘tifosi’ guardan las mejores durante décadas como patrimonio. Son desenrolladas sagradamente en cada partido como oro en paño. Robar una al contrario es la máxima afrenta, para luego exponerla como trofeo.
Además, un tribunal de Reggio Emilia falló en 1994 que no es delito robar pancartas en un juicio a dos interistas. ¿Por qué tanto desvelo? Sobre el Calcio hay muchas teorías. Para los italianos, decepcionados de la política y escépticos con las instituciones, el fútbol es el último lugar de expresión directa, y sobre todo, el único donde se puede ver un resultado.
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Yo esto de no dejar entrar pancartas ya lo veo excesivo.
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@Marco Materazzi:
Yo esto de no dejar entrar pancartas ya lo veo excesivo.
Lo que pasa es que luego te puedes encontrar una pancarta que ponga MONTANEJOS 93, que es una pancarta legal.
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@1lcv37kt:
Un asunto de familia
El País - ENRIC GONZÁLEZ 02/04/2007
Los países de tradición católica no suelen ser puritanos. El mecanismo de la confesión y la penitencia genera conciencias elásticas. Por eso el Vaticano vive pendiente de España e Italia: teme que el escepticismo religioso nos lleve a la amoralidad y la indecencia, sin estaciones intermedias. Y hace algo parecido a una oferta. Vale con que no vayan a misa, viene a decir, pero protejan la familia tradicional. En esta defensa, la Iglesia católica utiliza argumentos relacionados con la moral, la historia, la pedagogía, la psicología, la sociología y el derecho. Quizá resulten convincentes en el caso español. En Italia, sin embargo, podrían bastar tres palabras: economía, Agnelli, Juventus.
En Italia, el país más mediterráneo del Mediterráneo, el Estado no inspira devoción. Ni siquiera temor. Viene a ser una cosa útil para colocarse o colocar a los parientes. La justicia es lenta y errática, la política es indescriptible, el pueblo de al lado cae muy lejos y cae antipático, los ideales sólo son buenos mientras duran y todo es negociable. La auténtica fe se deposita en la familia, la nuclear y la clánica. Italia es un país de empresas familiares y de asuntos familiares. La cosa, a su modo, funciona. Y emana una extraña naturalidad. ¿Por qué la gente simpatiza con los Corleone de El padrino? No por los crímenes, ni por su código de honor, sino porque son una familia de aroma italiano.
¿Qué habría sido de Italia si el primer Agnelli o el primer Barilla no se hubieran casado? Muchas dinastías industriales fracasan, pero las que sobreviven se hacen casi indestructibles gracias a la fuerza de la sangre y a los lazos del clan. Esto de la sangre suena a burrada, pero es la única explicación posible ante ciertos fenómenos. Ahí está el caso de John y Lapo Elkann, dos muchachos neoyorquinos, crecidos en Brasil y educados entre Francia e Inglaterra. Su madre es una Agnelli y su abuelo fue Gianni Agnelli, el imponente Avvocato; ellos sufren aún cierta dificultad para expresarse en italiano.
John tenía 22 años cuando ingresó en el consejo de Fiat. Tenía 28 en 2004, cuando, a la muerte del tío-abuelo Umberto, fue nombrado vicepresidente y cabeza de familia. Apoyado en Luca Cordero di Montezemolo, el fiel consigliere que asumió temporalmente la presidencia para dar un poco de aire al muchacho, John se concentró en las empresas familiares. Fiat, que todos daban por muerta, resucitó. El diario La Stampa se renovó con éxito. Ferrari siguió siendo Ferrari.
Quedaba la Juve, un asunto de familia desde que Edoardo Agnelli asumió, en 1923, su presidencia. Era un asunto sentimental de los viejos Agnelli, no daba dinero y causaba muchas preocupaciones. El año pasado dio el disgusto definitivo con la corrupción y el descenso de categoría. John y Lapo no simpatizaban con el régimen de Antonio Giraudo, consejero delegado, y Luciano Moggi, director general. Lapo, por dislexia, lapsus freudiano o simple mala leche, les llamaba Caín y Babel. Tras el escándalo, lo normal habría sido mantener el Juventus hasta su vuelta a la Serie A y venderlo a buen precio para reforzar otras actividades. Al fin y al cabo, John y Lapo, a diferencia de su abuelo o de Berlusconi, no son muy futboleros.
Esta semana, con la Vieja Señora en camino del ascenso, los Elkann-Agnelli han efectuado una fortísima ampliación de capital en el Juventus: 105 millones de euros, 70 de los cuales son de la familia, que pondrá también una de sus marcas, New Holland, en las camisetas, lo que les costará otros 33 millones. Y se declaran dispuestos a seguir pagando hasta que el club vuelva a la élite mundial.
¿Por qué? Porque el Juventus es un asunto de familia. Y con la familia no se juega. No hay otra explicación plausible.
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Ahora si que pienso que la Juve es una mafia.
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Y además los Agnelli son más feos que la Multipla.
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Si el Valencia consigue eliminar al chelski seria buena idea ir nombrando al tio Enric socio de honor de la peña antixotos.
Debe tener al Valencia atravesado.En pocos dias el Valencia puede conseguir pasarse por la piedra a casi todos sus grandes amores.Inter,Espanyol…y quizas tambien ahora al Chelsea.¡Enric antixoto!
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@pp0rdl53:
El código del prestidigitador
EL PAIS - ENRIC GONZÁLEZ 09/04/2007
El fútbol es un lenguaje. Y en el calcio nadie domina ese lenguaje mejor que el Roma. Es una cuestión de estilo: la precisión con que la nube de centrocampistas desarrolla el diálogo; la riqueza del monólogo interior que se lee en Totti, participe o no en el juego; la fluidez sintáctica en situaciones espesas. También es cuestión de inventiva: un equipo sin ariete es un equipo sin desarrollo lineal, obligado a renunciar a la sencillez argumental y a moverse en espirales. El técnico, Luciano Spalletti, no se asemeja en nada a Julio Cortázar. Su fútbol, sin embargo, luce las hechuras de Rayuela.
Para Spalletti, el balón es como La Maga de Rayuela: un elemento imprescindible, porque lo inspira todo, pero no siempre visible. El movimiento de la nube de centrocampistas (Pizarro, De Rossi, Perrotta, Totti) se basa en el código del prestidigitador. Los dedos nunca son más rápidos que la vista, y los futbolistas no son más rápidos que el balón. Pero es hermoso creerlo. El truco consiste en desviar la atención: cuando la pelota está aún atrás, entre los pies de Pizarro, el espectador ya mira hacia delante, hacia esos tipos que se cruzan en diagonal, tratando de adivinar la carambola. La defensa rival, como el espectador, se distrae por un segundo. Por eso el balón parece llegar de ninguna parte al lugar menos previsto. A veces no pasa nada. Pero todo pasa muy rápido. Eso es el Roma.
El Inter es una conciencia atormentada, una redención imposible. Tiene de su parte la razón y actúa con la mejor voluntad. Desarrolla un juego de factura clásica, amplio, de gran respiración. No pierde nunca. El scudetto ya es suyo. Como en Crimen y castigo, sin embargo, el principal protagonista del calcio es perseguido por una sombra. Como Raskolnikov, el Inter creyó hacer justicia acabando con un personaje mezquino y corruptor (la vieja usurera sería en este caso el Juventus de Luciano Moggi). Ahora se descubre obsesionado por la Juve, a la que en cierta forma ha suplantado. Aún no sabemos cómo, pero sabemos que la novela interista desemboca en un purgatorio siberiano.
El Milan es un texto larguísimo, inacabado, crepuscular, en el que los vestigios de un pasado glorioso conviven con un proyecto indefinido. En su novela se desconoce el argumento, se reflexiona sobre la modernidad y se añora un tiempo mejor mientras se busca el futuro. Hasta los héroes jóvenes, como Kaká, padecen la erosión de la nostalgia. Las joyas de Milanello relucen con la tristeza dorada de un baile austrohúngaro. El técnico Carlo Ancelotti posee algo similar al mejor novelón infumable de todos los tiempos: El hombre sin atributos, de Robert Musil.
El Lazio ya es tercero. Nadie se explica el portento de una narración espléndida trenzada con mimbres toscos. Comenzó con puntos de penalización, es un club técnicamente en la ruina, la grada pita al presidente y no hay forma de disipar la imagen de institución filofascista. A falta de otra explicación convincente, debe ser cosa de talento. Como Las hijas de Rebeca: Dylan Thomas, un genio borracho, escribió para el cine la historia de unos rebeldes galeses disfrazados de mujer; la historia no se filmó (hasta mucho más tarde, y mal) y el artefacto quedó en el aire, colgado de su propia magia. El Lazio y sus bucaneros son Las hijas de Rebeca: una extraña delicia.
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Muy bueno el de esta semana.
Esta noche, FORZA ROMA!