¡Increible! a J.V. Aleixandre le ha dado un ataque
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Ahí va esto en el Levante E.M.V. de hoy:
Deportes
No utilicen el nombre del VCF en vano
J. V. ALEIXANDRE
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Como si de las tablas de la Ley que Dios entregó a Moisés en lo alto del monte Sinaí se tratara, el Tribunal Supremo acaba de dictar una sentencia que deberían cumplir a rajatabla los políticos gobernantes y los consejeros al mando del VCF. "No utilizarás el nombre del Valencia en vano", viene a ordenar el fallo jurídico que declara ilegales las obras de ampliación del campo de Mestalla. El dictamen del alto Tribunal supone una seria advertencia a la ligereza con la que vienen actuando los responsables de las Administraciones condenadas de manera inapelable.
Desde la ascensión del PP al poder valenciano, tanto el Consell como el gobierno municipal de Valencia, acostumbran a afrontar las negociaciones con el VCF con una indisimulada predisposición a acceder a las demandas que plantea el club propiedad de la familia Soler y sus ocasionales socios. Este trato tan obsequioso, es recompensado posteriormente de forma generosa por el entreguismo y la servidumbre del Consejo del VCF a la causa política popularista. No hace falta citar ejemplos de las repetidas situaciones en las que el club se ha convertido en alfombra por la que han desfilado, altivos, los jerifaltes del PP, proclamando sus soflamas.
Este abusivo espectáculo no sólo ocurre aquí, en tierras valencianas. El sentido eminentemente electoralista que, en la mayoría de las ocasiones, impregna la relación de los políticos -así sean del PP como del PSOE- con el fútbol, ha dado lugar a escándalos paradigmáticos, como el de las decisiones urbanísticas que tanto han beneficiado al Real Madrid. A partir de ese precedente, todos los clubs se creen con el mismo derecho de subirse al carro de las prebendas. La cola de equipos aspirantes a recibir idéntico tratamiento administrativo para salvarse de la ruina financiera, es cada día más larga.
En el caso del VCF, se suma el factor, nada baladí, de la militancia blanc i negra del presidente de la Generalitat. (Camps presume (!) de saberse de memoria la formación de la legendaria Delantera Eléctrica, como si este alarde fuera algo singular y admirable. De su generación hacia atrás, a todos los niños de padre valencianista, ya les destetaban sus madres entonando ese recitado).
De la alcaldesa Barberá no se tiene noticia tan pormenorizada. Sus fervores ideológicas juveniles están muy celosamente custodiadas por sus biógrafos oficiales). En realidad, para Rita, el fútbol es una cuestión puramente instrumental de la que se aprovecha, como de tantas otras cosas, para darse saludables baños electorales de masas.
En cualquier caso, ninguno de ambos políticos puede eludir la responsabilidad que les incumbe tras la contundente resolución del Supremo en su contra, y a favor de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Valencia.
No todo vale, ni siquiera cuando se invoca el nombre del VCF. No es admisible ese patrioterismo chusco que algunos practican a la sombra del fútbol. Existe un patrimonio cívico, por encima del interés puramente económico y competitivo de una Sociedad Anónima Deportiva. Afortunadamente, para los legítimos representantes de los vecinos del cap i casal, los valores sociales, culturales y urbanísticos de la ciudad, prevalecen sobre los respetable sentimientos y las emociones futbolísticas que tantos valencianos comparten en torno al VCF. Pero de ahí, a intentar aprovecharse del legado afectivo de los aficionados xotos, media un abismo.
La ciudad de Valencia no ostenta el nombre de un equipo de fútbol. Al contario: es el club el que, históricamente, se benefició en su día de la proyección internacional de una capital que se abría a Europa a través de sus ferias y sus exportadores. Y, hoy en día, es el empuje social y el soporte económico de sus habitantes, el que ha permitido al club escalar posiciones hasta las cumbres del fútbol.
Conviene, por tanto, no olvidar ni estas referencias históricas, ni la reciente doctrina jurídica sentada por el Supremo, de cara a los proyectos urbanísticos que se están fraguando en torno al nuevo estadio. Tanto el Consell como el Ayuntamiento, están obligados a a hacer imperar el interés general por encima del particular.
En cuanto al VCF, su Consejo tampoco puede lavarse las manos ni mirar hacia otro lado. La limpieza y transparencia de los delicados trámites que se avecinan debe ser absoluta, aunque sólo sea para evitar futuras sorpresas judiciales que puedan acarrearle al club funestas consecuencias.
¿A que no me lo puedo creer?
¡¡¡Macho Llevant!!!