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    Bienvenida Anarquia(periodico levante)

    Levante UD
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      El clásico entre «granotes» y «xotos» escribe un capítulo histórico con un guión caótico
      El derbi del cap i casal necesitaba como el agua ese cuarto de hora caótico, ese partido impensable. Ha estado casi un siglo esperándolo. Ansiaba seis goles, cuatro expulsados, una grada rugiendo, un conjunto teóricamente humilde obrando el milagro, escribiendo una afrenta de calado histórico con Riga de improvisado líder revolucionario, con el adiós más insospechado de Ayala a un equipo que ahora clama revancha… un clásico equilibrando todo su exceso poético con una jugosa carnaza de prosa. Ni otro guiño de Messi a Maradona y al Azteca logró apartar los ojos de Orriols. Bienvenida anarquía de cine mudo, de los felices años 20, cuando gimnastiquistas y valencianistas se disputaban la representatividad de la ciudad con el foot-ball , la moda inglesa, como bandera. 9 de junio, la misma fecha que el Valencia le endosó seis al Madrid en 1999. Día mundial de la locura.

      El derbi Levante-Valencia se sostenía, hasta anoche, sólo en su vertiente académica. Las fronteras de la ciudad lo resguardaban de cualquier inclemencia histórica, de toda sequía prolongada. Siempre será un derbi. El duelo se encontraba en la encrucijada. Debía elegir un camino. De la fortaleza azulgrana en la élite -con el Valencia plenamente asentado- dependerá que el derbi suba enteros, que su reiterada exposición al público convierta a los rivales en eternos y no en intermitentes y que así, algún día, presente las prosaicas aristas que caracterizan a este tipo de partidos en Roma, Glasgow, Liverpool, Londres, Buenos Aires, Milán...

      Se corre el riesgo, de no conseguir este objetivo, que el perfil asimétrico que ha acompañado al Levante-Valencia marque una cicatriz eterna que ha atrapado sin remisión a los Hamburgo-Sankt Pauli, Chelsea-Fulham, Bayern Munich-TSV 1860, Feyenoord-Sparta o París Saint Germain-Racing de París, todos ellos ejemplos perfectos de derbis anónimos a nivel internacional. Quedándose en Primera, el Levante UD tiene en su mano subir el primer escalón, que ponga a Valencia en el grupo de los derbis que, aunque descompensados por la diversa musculatura financiera de los clubes, paralice un par de domingos al año a los aficionados de la ciudad. La comparación del LUD-VCF equivaldrá, en ese instante, a los casos intermedios, los clásicos depres de Manchester United-Manchester City o Juventus-Torino. La primera señal vino anoche de la grada, cuando de una parte, la azulgrana, se erosionó en ese cuarto de hora histórico el vértigo crónico y desde el otro bando, el blanquinegro, el incipiente temor comió terreno al paternalismo, descarada e intencionadamente irónico. Adelantar los plazos por la vía rápida implica amamantar de agravios al duelo, dentro del terreno de juego. Los derbis suelen entenderse como un completo diccionario de cuentas pendientes en la que el vocablo germanor , en su connotación más cínica y acaramelada, es un barbarismo. El gol, legal o no, de Mista a Mora en 2004 empezó a vislumbrar esa vía, pero el descenso granota anestesió la emergente rivalidad. Según avanzaba el actual curso se imaginaba la ocasión perfecta: penúltima jornada del torneo, la permanencia y el título de Liga por dilucidar y el sugerente horizonte de que el derbi, por el bien de la sana rivalidad, infringiera un revés traumático a uno de los dos contendientes, o incluso a ambos. La jornada previa invalidó la flagelante suposición y desgastó el presagio de un derbi soñado. Quedaba esperar, con escepticismo, que el partido regalara una suerte de señal, como por ejemplo una ensalada de goles y un estadio lleno. Y lo que sucedió fue inenarrable, muy inglés. Sólo faltó que algún futbolista vistiese gorrito.

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