Memos pasivos
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Escribe Salvador Regües:
Son gente que agrada ver trabajando en el Levante de nuestros amores mientras decimos adiós para siempre a los que interpretaban roles inefables, daban la impresión de pensar que los levantinistas somos unos pardillos y semejaban vendedores de humo. Los llamados primero Carmona y después Serna y López Lara. ¿Cómo es posible que llegáramos a creer en ellos? ¿Tan desesperados estamos los granotas que aceptamos lo que sea con tal de cambiar de dueños? En otros tiempos, allá por 1981, supimos decir que no a la oferta de compra del Levante por parte del empresario taurino madrileño Martín Berrocal. Que al menos era conocido, no como estos de ahora.
Por eso, cuando el sr. Carmona contó historias de agentes suyos parados en la frontera suiza con el dinero de su grupo y pasaportes complicados, ¿por qué no le dijimos en ese momento que se fuera por donde había venido? Verdaderamente sentimos vergüenza propia al haber sido memos pasivos aceptando justificaciones increíbles de alguien que todavía desconocemos a lo que se dedica.
Querido Salvador: no todos fuimos unos memos pasivos. Unos NO FUIMOS MEMOS y otros NO FUERON PASIVOS. Los memos activos se dedicaron a insultar a quienes denunciábamos la patética representación carmónida.
Hay un problema estructural en el levantinismo, que se extiende a toda la sociedad española: la gente no soporta la crítica. No se puede poner en tela de juicio las decisiones adoptadas por personajes intocables, sin que aparezca un individuo que te insulte o un encubridor que trate de justificar lo injustificable, recurriendo a la mentira si es necesario. Es la herencia del franquismo que tardará generaciones en superarse.
Queramos o no, en aquellos días Carmona se convirtió en un personaje intocable, como ahora lo son los administradores judiciales, el SAM o Quico Catalán. Daba igual que se tratara de un impresentable sin paliativos. Generaba ilusión y eso bastaba.
Estoy seguro de que los administradores judiciales, el SAM y Quico Catalán son una bendición para el club. Pero yo ni renuncio ni renunciaré a criticar sus decisiones cuando no me parezcan adecuadas. Hay unos mínimos de honestidad intelectual a los cuales no pienso renunciar. Guste o no.