"La enfermedad del futbol"
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Este articulo de opinión aparece hoy en Levante EMV, me parece muy real y refleja de lo que ocurre en el futbol profesional.
La enfermedad del fútbol
Ánxel Vence
Escandalizados por el gasto de más de 30.000 millones de pesetas que cierto constructor acaba de hacer en la compra y manutención anual de un par de futbolistas, los periódicos especulan sobre la cantidad de hospitales, autovías, trenes y otras obras de provecho que podrían ejecutarse con tan morrocotuda suma de dinero.
Nada habría que objetar, no obstante, si los cuartos salieran del bolsillo de quien acaba de contratar a Ronaldo (bis) y a un jugador de tan cacofónico apodo como Kaká. Lo propio de los millonarios es hacer alardes de extravagancia con sus capitales: y a ver quién les niega este o cualquier otro capricho.
Por desgracia, la historia reciente del fútbol en España sugiere que buena parte del dinero invertido en fichajes por los rumbosos jerarcas del balompié acabamos por pagarlos a escote los contribuyentes. Y eso ya tiene menos gracia.
Aunque muchos de ellos tal vez lo ignoren, los asalariados españoles vienen sufragando desde hace más de dos décadas ciertos planes de saneamiento con los que el Estado no para de tratar –sin especial éxito– la crónica enfermedad financiera de los clubes. El primero de ellos, ejecutado a finales de los años ochenta, perdonó en la práctica las deudas multimillonarias que los equipos mantenían con instituciones de suyo implacables en el cobro como Hacienda y la Seguridad Social.
Aquel plan de choque que convirtió a la mayoría de los equipos en sociedades anónimas contemplaba, por ejemplo, la cesión a los clubes de un porcentaje de los ingresos que el Estado obtenía de las quinielas, además de poner a cero el marcador de sus pufos. Luego vino una segunda fase de saneamiento del enfermo basado en las recalificaciones de parcelas que, en plena fiesta del ladrillo, reportó –por ejemplo- 374 millones de euros de vellón al Real Madrid. Y a ello habría que añadir aún las subvenciones, cesiones de estadios y otras regalías con las que las administraciones públicas no paraban de mimar a los equipos de sus amores (y de sus votos).
Todo fue en vano. Los nuevos directivos, ya propietarios, siguieron estirando más el brazo que la manga a la hora de fichar y el lógico resultado fue que la bola de nieve creciera hasta cifras estratosféricas. El saneamiento de los clubes duró apenas un par de años antes de que les volviese a subir la fiebre de los números rojos y sus balances enfermasen de pronóstico grave.
A día de hoy, los equipos de Primera tienen deudas de primerísimo nivel cifradas en unos 3.400 millones de euros, lo que es tanto como decir que deben hasta la camiseta de sus jugadores. Si tuvieran que pagar como cualquier ciudadano del común sus enormes descubiertos con Hacienda y la Seguridad Social, muchos de ellos se verían abocados a la quiebra. Y es que son 627 millones de euros los que adeudan a la Agencia Tributaria, tan comprensiva con los clubes como inclemente con los particulares.
No pasará nada, naturalmente. Los ruinosos empresarios del fútbol saben por experiencia que ningún gobierno osará aplicarles la legislación vigente, habida cuenta del trascendental papel que este deporte –o lo que sea– juega en el apaciguamiento de las tensiones sociales. Con Franco o con el nuevo régimen democrático, el fútbol es un opiáceo de probada eficacia en situaciones de crisis: ya sea por falta de libertades, ya por exceso de parados. Un buen gol de Ronaldo, una Champions y no digamos ya un campeonato del mundo basta para que la gente, de natural agradecida, olvide sus penurias.
Si algunos se quejan aún por el porrón de millones que el presidente Florentino Pérez está gastando en renovar su ganadería futbolística, ello no se debe a que –de una u otra manera– el derroche acabemos pagándolo todos, sino más bien al asombro que produce la enormidad de las cifras. En cuanto empiece a rodar el balón, todo se habrá olvidado. Sarna con gusto no pica.