Levante EMV- Salva Regües, JL García…
-
Post de este medio para publicar articulos, noticias…siguiendo la nueva línea tomada en el foro.
Al loro el pedazo de artículo de JL García.
@2vacv1a3:
http://www.levante-emv.com/deportes/201 ... 42575.html
Quedó patente hace unos días, durante una lúcida mesa redonda para celebrar el 60 aniversario de la Peña La Unió. Gustavo Clemente, Salva Regües, Felip Bens, Emilio Nadal, Pedro Valero y Quico Arabí expusieron experiencias sobre el «ser llevantinista», uno de esos temas con los que corres el riesgo de acabar diciendo tonterías en medio de un ambiente de sentimentalismo barato y autocomplaciente, pero que en cambio se convirtió en una útil hoja de ruta para el futuro del Llevant. De lo que allí se comentó me quedo con dos reflexiones. La primera viene por el lado de la doble militancia, ese tabú que nos martiriza cada vez que llega el partido con el Barça o el Madrid y una parte de la grada se divide entre dos simpatías. Munición de primera para los rivales que tratan de negar al levantinismo alegando falta de pureza de sangre. Personalmente, trato de afrontar este asunto con la mayor naturalidad. La normalidad de quien ha sido un solitario niño del Llevant y sabe de la rareza que suponía hasta hace una década que hubiera menores de edad en Orriols. Incluso en nuestra ciudad y en el contexto actual somos pocos y extraordinariamente extraños.
El ser «granota» es nuestro hecho diferencial como personas. Por eso se nos conoce en nuestros círculos y por eso nos pregunta ese familiar lejano al que vemos de boda en boda. Sacas ante un desconocido tu militancia y te responde que en su colegio había un granota; o que hay uno en la oficina que «también es muy del Levante». La cosa está cambiando, claro, aunque todavía vivimos con pasión la liturgia de la clandestinidad. Ese vistazo fugaz al conductor que adelantas cuando has visto su pegatina de «Vamos a por el ascenso» en el maletero del coche. O el gesto cómplice cuando dos «granotes» se reconocen fuera de contexto, como sabedores de un secreto milenario que custodian en exclusiva. Arabí, un culé-granota que sigue disculpándose ante los «purasangre» por no haber sufrido lo suficiente «sólo he visto al Llevant en Segunda B», alega, dijo en La Nau una verdad como un templo: «Como no clonemos a los abuelos de Vallejo será imposible que llenemos el campo». Y tiene razón. Aunque nos moleste, la vía de crecimiento social más potente pasa por atraer a esas legiones de jóvenes madridistas y barcelonistas que buscan la emoción en directo. Y conquistarlos poco a poco encadenando temporadas en primera, como un club habitable y no la carga que hemos sido para los socios buena parte de nuestra historia.
Perdidos como anduvimos durante décadas preguntándonos por qué Valencia le daba la espalda al Llevant, olvidamos que este negocio trataba de marcar goles y ganar partidos de fútbol. El estoicismo y la resignación, la literatura de perdedores en definitiva, es una pose atractiva durante un rato, para acabar siendo agotador vivir en ese personaje. La prueba está ahí. El relevo se cortó hace generaciones sin posibilidad de retorno. Los linajes tradicionales emigraron y ahora, en la mejor década de la historia, sólo queda abrir las puertas a nuevas familias. De este hecho, precisamente, se deriva la otra gran conclusión de la mesa redonda montada por La Unió. Una idea que es la exposición de un temor, y, al mismo tiempo, el gran reto a medio plazo del levantinismo. El efecto aluvión, el éxito social que supone ser un club normal y aceptable, ofrece como contrapartida el riesgo de que la nueva masa ajena a la idiosincrasia del club termine por diluir ese «ser» tan especial del que presumimos y que nos da identidad, como apuntaron Bens y Valero. Acabar vulgarizándonos; perder el alma; cambiar la denominación de origen por una marca blanca Hacendado de la Liga BBVA.
El Llevant tenía un relato. Lo escribió Paco Gandia en una sentencia que por momentos pareció un epitafio esculpido sobre la losa que sellaría nuestra tumba. El puto yunque de la adversidad que no nos dejaba salir del fondo del mar. Sinceramente, en los últimos años me he sentido desubicado por momentos. Antes todo era hambre y ruinas, una porquería de relato, es cierto, pero al menos sabías a qué atenerte. Ahora le plantas cara el Madrid y la gente quiere más. Fuera de bromas, el club continúa contando con ese potencial literario nacido del «yunque», y hay que quedarse con su parte constructiva.
En Vallejo y en Orriols, la cultura de la resistencia siempre fue un pegamento más poderoso que cualquier bandera. La historia ya no habla de un pueblo elegido para soportar todas las plagas, ni de peregrinos deambulando de noche entre acequias y caminos de huerta.
El formato ha cambiado, pero este equipo que muere y sobrevive cada partido plantando cara a colosos sigue siendo el del currela que se levanta a las seis, aunque ya no vaya al Puerto a desestibar. Es poco glamuroso, pero es un relato, como el que ha hecho indestructibles a Osasuna o Español. Con el encanto de su naturalidad; su imperfección estética encumbrada en una grada «mosegada»; la ironía de ganar una Copa, pero perder una guerra. Jubilamos al yunque y encontramos otra divisa que escribir sobre el escudo: «La grandeza de ser pequeño». No debería quedarse en un reclamo comercial. Tenemos los argumentos porque el fondo de la historia es la mismo: RE-SIS-TEN-CIA.
Es nuestro adn. Si nos dormimos en la comodidad de las nuevas victorias, si no se alecciona a los «nouvinguts», corremos el riesgo de convertirnos en un club con la mística del Getafe.Mensaje moderación: Añadido contenido artículo
-
Brutal! Pedazo de artículo, imposible retratar mejor la realidad social de nuestro club
-
Muchas gracias, gran articulo para leer por todos los aficionados.