Jérôme Kerviel
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Sin duda alguna, lo acontecido esta semana en Société Générale de Banque pasará a la historia de la banca mundial. Una sola persona ha sido capaz de generar unas pérdidas de más de 4.000 millones de euros. Se han batido todos los records, incluyendo el agujero generado por Nick Leeson en la filial de Barings en Singapur. El fraude ha consistido en adquirir posiciones arriesgadas en futuros sobre el DAX y el Eurostock 50 y ocultar los riesgos inherentes a las mismas, valiéndose de su conocimiento de los mecanismos de control del banco. A diferencia de lo que se va diciendo por ahí, Kerviel no ha robado el dinero al banco. Simplemente ha eludido los mecanismos de control para poder realizar operaciones de mayor riesgo.
¿Por qué un chico prometedor de 31 años con un sueldo de 100.000 euros al año se embarca en algo así?
Nos encontramos en una sociedad resultadista, donde el fin justifica los medios. Imaginaos que esta jugada le hubiera salido bien. El banco se habría forrado y, a pesar del riesgo asumido, Kerviel habría sido considerado un visionario y, rápidamente, habría sido encumbrado a los órganos de dirección de una de las grandes entidades financieras del mundo. Os aseguro que su vida habría dado un vuelco. Ahora que sabemos que no ocurrió lo que Kerviel esperaba, ¿cuáles son los costes a los que se enfrenta? Bueno, os podéis imaginar que perderá su empleo y sueldo. Pero ¿qué es eso comaparado con lo que podría haber ganado si todo hubiera salido bien?
Nuestra sociedad no cree en la tortura ni en la pena de muerte, como mecanismos de castigo digamos TOTAL. Ello nos dignifica, pero plantea este tipo de problemas, que una vez más están vinculados al RIESGO MORAL. ¿Cómo evitar que alguien sin escrúpulos se valga de nuestra compasión para jugar a la ruleta rusa? ¿Cómo evitar que un sinvergüenza plantee su vida como una partida póker en la que los beneficios son ilimitados pero las pérdidas están acotadas?