Antecedentes Levante Barça. Web Oficial
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Ejercicio de fe y eficacia goleadora del Levante (5-1)
El Levante y el F.C Barcelona quedaron citados en los muros de Vallejo en la tarde del domingo 11 de octubre de 1964. La competición clareaba cuado los adversarios se cruzaron sobre el terreno de juego. Era la segunda experiencia de la sociedad granota en el marco de la Primera División bajo la égida de Orizaola. Pronto se sospechó que el levantinismo militante estaba ante uno de los momentos cenitales de su historia. El partido iba a adquirir un ascendente cargado de emociones. Desde su epifanía entró por unos vericuetos difíciles de presagiar y de escrutar. Torrens no tardó en exceso en abrir el marcador. A los siete minutos el atacante del Levante dejó clavado a Sadurní.
La aureola del Levante creció a partir de los dos goles encadenados de Wanderley todavía en el primer acto. Serafín, en un arranque espectacular del segundo capítulo, amplió las diferencias con la adquisición de dos nuevas dianas. El cronómetro se posicionaba sobre el minuto sesenta y producía vértigo y asombro mirar hacia el marcador para ratificar la goleada conseguida por las huestes del Levante. “Vallejo habrá tenido que pellizcarse para comprobar que no vivía en una región hipotética, que no vivía en un mundo irreal”, sostenía la crónica aparecida en El Mundo Deportivo. En realidad, fue un poderoso ejercicio de fe y de coraje por parte de las mesnadas azulgranas que desarbolaron por completo al F.C. Barcelona sobre el verde ante una concurrencia que llenó el viejo feudo de Vallejo.
“Sólo diré que he visto un buen partido en el que el Levante ha vencido con justicia”, proclamó Villalonga, a la sazón seleccionador nacional, a la conclusión del choque todavía situado en el coliseo de la calle de Alboraya. El signo del triunfo era indiscutible. El fútbol demostró aquella tarde su sobrecogedora capacidad de asombro. En ocasiones, nada parece escrito. Aquel Levante decidió reinventarse en una jornada que parecía diseñada para fustigar un alma castigada en un inicio de Liga devastador. Era el quinto enfrentamiento de la secuencia y el club granota desconocía el valor del triunfo. Ni tan siquiera había estrenado su expediente anotador cuando mostró una versión colérico frente a la escuadra de la Ciudad Condal. Las secuelas fueron inmediatas para el adversario. Y fulminantes para la figura de César. El técnico no aguantó los embates producidos por esa derrota y fue destituido.
Empate en Orriols y campeonato de Liga para el Barça
En cierto modo la historia más reciente del F.C. Barcelona converge con los sillares del Estadio Ciudad de Valencia porque las cimbras de este andamiaje, que ha instalado al grupo en el éxito, se pusieron en este escenario. Desde esa perspectiva, el calendario suele ser caprichoso en sus determinaciones. El duelo entre el Levante y el Barça del presente retrotrae la atención al choque que ambas escuadras dirimieron en el mismo espacio en las fechas finales del ejercicio liguero 2004-2005. Déjà vu en el escenario del coliseo granota.
Aquel Barcelona de Frank Rijkaard aterrizó en el barrio de Orriols con la firme intención de finiquitar su participación en la Liga ostentando el galardón máximo que le ungía como el equipo más distinguido del ecosistema de la Primera División. Para confirmar su superioridad únicamente necesitaba acorazar un punto. Restaban tres partidos para el cierre del campeonato de la regularidad. Es incuestionable que las convergencias son absolutas, si bien, y por lo que respecta a los intereses de la sociedad titular del Ciudad de Valencia, la congoja y la incertidumbre en aquellas jornadas era más patente.
El Levante había entrado en una curva escarpada que había propiciado la destitución de Schuster apenas unas semanas antes. Oltra fue el preparador escogido para enderezar el ritmo de un equipo que se iba desvencijando al paso de las jornadas ligueras. Todo estaba preparado en Orriols en un sábado de mayo. El partido nació encriptado para el Barcelona. La imagen del Levante era poderosa. Y su agitación absoluta y contagiosa. La portería de Valdés atravesó por profundas simas. Las dudas aumentaron en el entorno culé. El meta incrementó su protagonismo.
Rivera asumió la conducción del encuentro reeditando una condición común y habitual desde su llegada. Rivera se convirtió en el faro que alejaba al Levante de las zonas más borrascosas. También asumió el gol. El partido cambió. Hubo un instante determinante que podría variar su fisonomía notablemente. Jofré estrelló un balón en el palo de Valdés. Fue un obús sabiamente dirigido desde la altura de los banquillos que fue adquiriendo altura hasta superar a Valdés, pero fue Eto´o quien mutó profundamente la escenografía del choque tras la igualada. Ya no hubo alteraciones en el marcador. La grada del Ciudad de Valencia celebró el resultado. Para unos el punto fue el inicio del un ciclo mágico repleto de títulos nacionales e internacionales. Para otros un paso más hacia una permanencia que al final se marchó.