Los entrenadores son como las novias, han de generar ilusión y la calidad de cada uno de ellos se mueve por sentimientos plenamente subjetivos y excesivamente resultadistas, por un lado el marcador por otro la satisfacción interna personal.
Míchel sabe que esas sensaciones no matemáticas se han de mimar, sinceramente me extrañaba muy mucho que se embarcara en Getafe en una experiencia donde finalmente su caché iba a quedar como cuando te muestras tal cual eres ante un bombón.
Esto confirma mi teoría de que es una persona enormemente lista, no por inteligente, sino por la aplicación ante la vida de un sentido común aplastante (ciertos afortunados no necesitan más que eso para salir exitosos en la vida) ya ha conseguido poner su nombre en primera fila del mercado sin haber entrenado a nadie. Olé tus güevos Míchel!