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Bernd Schuster
Mañana cumpliremos la cuarta parte de la Liga y, en estos momentos, el Getafe es líder solitario. Por lo tanto, no puede hablarse de suerte ni de casualidad. Detrás de este liderato hay un trabajo, un esquema, una ilusión, un proyecto, un vestuario sano, un entrenador que tiene el respeto de los jugadores. Porque si no fuera por eso, los 12 millones de euros que hay de presupuesto, el más bajo de la Liga, no darían para estar más allá de la zona media de la tabla.
Este éxito tiene varios nombres y apellidos, pero, por encima de todos, sobresale el de Bernd Schuster, el entrenador que ha dado mentalidad y estilo ganadores a unos jugadores a los que, en principio, sólo se les pide no bajar. El presidente, por supuesto, tiene el mérito de haber pensado en él. El secretario técnico, el acierto de haber fichado bien. Pero Schuster es el que trabaja día a día, el que decide, el que intuye las posibilidades del equipo. Siempre he creído que un buen entrenador lo demuestra más en un equipo modesto que en uno grande, donde las figuras deciden. Y este es el caso del alemán, cuya personalidad y carácter no son ajenos al éxito. A Schuster no le ha importado empezar desde abajo ni bailar con las más feas, dicho sea con todo el respeto para Xerez, Levante y el propio Getafe. Ni irse al frío de Ucrania para hacerse cargo del Shakthar. Este simple detalle demuestra que tiene fe en sus posibilidades y no le importa el dinero, dos conceptos básicos para creer en la ilusión y honestidad de un entrenador. Y ahí, en los sitios más difíciles para hacerse un lugar en la elite con un librillo valiente, ambicioso y ofensivo, Schuster es fiel a sí mismo. De jugador, siempre miraba hacia adelante. Era creativo, atacante, ambicioso. Como entrenador, igual. No le seduce el empate, sólo quiere ganar. Da igual dónde. Ahora en el Getafe, en el futuro, quién sabe. Pero es un entrenador al que el fútbol ha de agradecerle su apuesta por la calidad. Con más Schusters, todos saldríamos ganando.