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    La abuela Vicenta

    Programado Fijo Cerrado Movido Levante UD
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    • socarraet13S Desconectado
      socarraet13
      Última edición por

      @lolaila:

      Son las nueve y media de la noche y ya anochece en el Cabanyal. Vicenta está sola tomando la fresca sentada en la acera delante de su casita coqueta y centenaria. Su enjuto y octogenario cuerpo es sostenido sin dificultad por una silla de playa de patas oxidadas comprada aquel mismo lejano año en que tuvo su primera magefesa. En su mano izquierda sujeta una bandera blaugrana, ya muy ajada, y con la derecha saluda a los coches alocadamente conducidos por veinteañeros que hacen su particular rallie por los estrechas callejuelas de los poblados marítimos de Valencia, haciendo ostentación de fanatismo levantinista. Apenas pasan a dos ó tres metros de ella y Vicenta, aunque las cataratas casi no le dejan verlos, percibe enormes vaharadas de felicidad procedentes de aquellos ruidosos jóvenes que sin duda acabarán destrozando las bocinas de sus autos.

      Desde que Toni murió, el mismo día que aquel guardia civil bigotudo tan maleducado y feo montase aquel lío en Madrid -ella cree que deben de haber pasado más de veinte años pero no estaría segura- Vicenta no se había sentido tan feliz. Ni siquiera cuando su hijo le dio su primer nieto, Ximet, pocos meses después de que Toni no volviese a casa y se quedase para siempre faenando en la mar.

      A ella no le gusta el futbol, es más, en vida de Toni lo odiaba. Ella hubiera deseado que su Toni le llevara a pasear por la calle Colón, por la Plaza del Generalísimo, por la calle de la Paz,…en lugar de irse con sus amigotes de cofradía al Vallejo, el campo del Levante, a chillar y gritar como monos en celo. Además casi siempre venía disgustado y, aunque en casi veinte años de matrimonio nunca le había puesto la mano encima, ella no podía evitar sentir cierta sensación difusa parecida al miedo cuando su hombretón, con su uno ochenta y pico y sus noventa y largos kilos de peso, venía enfadado como si mil demonios se hubiesen apropiado de su alma.

      Ella le achacaba enfadarse por tonterías y el le respondía que se enfadaba “porque me da la gana” y que "a vore si, damunt de que vam perdre una guerra, almenys puc tindre l'alegria que el meu equip guanye algun partit, caguendéu!". Cuando estaba muy enfadado siempre su valenciano se volvía muy agreste y siempre, pero es que siempre, soltaba la palabreja de marras ante la cual Vicenta se precitaba a santiguarse con movimientos rápidos como si el hecho de que pasaran más de dos segundos entre el cagüendios y su piadoso gesto inevitablemente fuese a conducirlos al infierno a los dos.

      Cuando él no volvió, a Vicenta todo le evocaba a Toni: objetos, olores, sonidos,…Pero el paso del tiempo fue borrando de forma imperceptible aunque continua e inexorable, la memoria de su marido, hasta que llegó un día, para su íntimo escándalo, en que se dio cuenta de que ya no era capaz de evocar con precisión el rostro de aquel hombre al que había adorado desde el primer día en que lo vio sentado en aquel banco del parque. Aquel día recién acabada la guerra en que él, viéndola devorar en dos bocados un panecillo negro como el carbón, le regaló el suyo, mientras le mentía en aquel castellano forzado: “no se preocupe señorita, yo hoy he comido un buen plato de judías y la verdad, no tengo mucha hambre”.

      Hasta que un lluvioso sábado de noviembre, hace ya muchos otoños, Vicenta, aburrida y sin saber muy bien que hacer, encendió el viejo telefunken del salón y allí, en aquel nuevo canal en el que hablaban en valenciano, estaba el dichoso Levante jugando un partido a vida ó muerte en un desvencijado campo de algún pueblo no muy lejano. Y perdía cuatro a cero. Y Vicenta vio a su marido allí, a su lado, con absoluta nitidez. Lo vio enfadado, encolerizado, gritando “ja hi ha prou, caguendéu!” . Y Vicenta lloró. Lloró como no había llorado en su vida, lloró todo lo que no había llorado en muchos años. Lloró hasta creer que no podría parar de hacerlo nunca.

      Cuando despertó, poco antes del amanecer, Vicenta ya no lloraba. Buscó y rebuscó por toda la casa hasta que encontró la vieja bandera que su hijo y su marido llevaban cada quince días desde la Malvarrosa hasta el Vallejo en aquel tranvía. Esa bandera que desde hace diecinueve temporadas ahora lleva ella al Ciudad de Valencia. La misma bandera con la que está saludando a esos jóvenes que le gritan: “abuela, ja som de primera”.

      Ahora, allá en el cielo, su Toni estará exclamando: “per fí ,caguendéu!” mientras Dios, a su lado, se rie a carcajadas.

      Joder…me he emocionado

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      • L Desconectado
        lliure
        Última edición por

        Ara mes que mai , cal recordar açó

        1 Respuesta Última respuesta Responder Citar 0
        • KekioK Desconectado
          Kekio
          Última edición por

          @lliure:

          Ara mes que mai , cal recordar açó

          Este hilo siempre me saca una sonrisa muy sincera. Gracias por el reflote Lliure :-)

          1 Respuesta Última respuesta Responder Citar 0
          • lauterogranotaL Desconectado
            lauterogranota
            Última edición por

            Precioso!! No lo conocía (lev2) (lev2) (lev2)

            1 Respuesta Última respuesta Responder Citar 0
            • manolitogafotasM Desconectado
              manolitogafotas
              Última edición por

              ¡¡¡La abuela Vicenta está de vuelta!!! ¡¡¡Amunt granotes!!!

              1 Respuesta Última respuesta Responder Citar 0
              • KekioK Desconectado
                Kekio
                Última edición por

                La sonrisa de siempre… :-)

                Nos vemos mañana en la fuente!!!

                1 Respuesta Última respuesta Responder Citar 0
                • gimnastico_1909G Desconectado
                  gimnastico_1909
                  Última edición por

                  ¡¡¡¡I el gat puja a la palmeraaaa!!!!!!!!

                  ¡¡Se nota, se siente, se nota en el ambiente!!

                  (lev2) (lev2) (lev2) (lev2)

                  Som, som, som, de primera divisió.

                  1 Respuesta Última respuesta Responder Citar 0
                  • REALEROR Desconectado
                    REALERO
                    Última edición por

                    Amunt el post (Y)

                    1 Respuesta Última respuesta Responder Citar 0
                    • ineedspeedpowerI Desconectado
                      ineedspeedpower
                      Última edición por

                      @socarraet13:

                      @lolaila:

                      Son las nueve y media de la noche y ya anochece en el Cabanyal. Vicenta está sola tomando la fresca sentada en la acera delante de su casita coqueta y centenaria. Su enjuto y octogenario cuerpo es sostenido sin dificultad por una silla de playa de patas oxidadas comprada aquel mismo lejano año en que tuvo su primera magefesa. En su mano izquierda sujeta una bandera blaugrana, ya muy ajada, y con la derecha saluda a los coches alocadamente conducidos por veinteañeros que hacen su particular rallie por los estrechas callejuelas de los poblados marítimos de Valencia, haciendo ostentación de fanatismo levantinista. Apenas pasan a dos ó tres metros de ella y Vicenta, aunque las cataratas casi no le dejan verlos, percibe enormes vaharadas de felicidad procedentes de aquellos ruidosos jóvenes que sin duda acabarán destrozando las bocinas de sus autos.

                      Desde que Toni murió, el mismo día que aquel guardia civil bigotudo tan maleducado y feo montase aquel lío en Madrid -ella cree que deben de haber pasado más de veinte años pero no estaría segura- Vicenta no se había sentido tan feliz. Ni siquiera cuando su hijo le dio su primer nieto, Ximet, pocos meses después de que Toni no volviese a casa y se quedase para siempre faenando en la mar.

                      A ella no le gusta el futbol, es más, en vida de Toni lo odiaba. Ella hubiera deseado que su Toni le llevara a pasear por la calle Colón, por la Plaza del Generalísimo, por la calle de la Paz,…en lugar de irse con sus amigotes de cofradía al Vallejo, el campo del Levante, a chillar y gritar como monos en celo. Además casi siempre venía disgustado y, aunque en casi veinte años de matrimonio nunca le había puesto la mano encima, ella no podía evitar sentir cierta sensación difusa parecida al miedo cuando su hombretón, con su uno ochenta y pico y sus noventa y largos kilos de peso, venía enfadado como si mil demonios se hubiesen apropiado de su alma.

                      Ella le achacaba enfadarse por tonterías y el le respondía que se enfadaba “porque me da la gana” y que "a vore si, damunt de que vam perdre una guerra, almenys puc tindre l'alegria que el meu equip guanye algun partit, caguendéu!". Cuando estaba muy enfadado siempre su valenciano se volvía muy agreste y siempre, pero es que siempre, soltaba la palabreja de marras ante la cual Vicenta se precitaba a santiguarse con movimientos rápidos como si el hecho de que pasaran más de dos segundos entre el cagüendios y su piadoso gesto inevitablemente fuese a conducirlos al infierno a los dos.

                      Cuando él no volvió, a Vicenta todo le evocaba a Toni: objetos, olores, sonidos,…Pero el paso del tiempo fue borrando de forma imperceptible aunque continua e inexorable, la memoria de su marido, hasta que llegó un día, para su íntimo escándalo, en que se dio cuenta de que ya no era capaz de evocar con precisión el rostro de aquel hombre al que había adorado desde el primer día en que lo vio sentado en aquel banco del parque. Aquel día recién acabada la guerra en que él, viéndola devorar en dos bocados un panecillo negro como el carbón, le regaló el suyo, mientras le mentía en aquel castellano forzado: “no se preocupe señorita, yo hoy he comido un buen plato de judías y la verdad, no tengo mucha hambre”.

                      Hasta que un lluvioso sábado de noviembre, hace ya muchos otoños, Vicenta, aburrida y sin saber muy bien que hacer, encendió el viejo telefunken del salón y allí, en aquel nuevo canal en el que hablaban en valenciano, estaba el dichoso Levante jugando un partido a vida ó muerte en un desvencijado campo de algún pueblo no muy lejano. Y perdía cuatro a cero. Y Vicenta vio a su marido allí, a su lado, con absoluta nitidez. Lo vio enfadado, encolerizado, gritando “ja hi ha prou, caguendéu!” . Y Vicenta lloró. Lloró como no había llorado en su vida, lloró todo lo que no había llorado en muchos años. Lloró hasta creer que no podría parar de hacerlo nunca.

                      Cuando despertó, poco antes del amanecer, Vicenta ya no lloraba. Buscó y rebuscó por toda la casa hasta que encontró la vieja bandera que su hijo y su marido llevaban cada quince días desde la Malvarrosa hasta el Vallejo en aquel tranvía. Esa bandera que desde hace diecinueve temporadas ahora lleva ella al Ciudad de Valencia. La misma bandera con la que está saludando a esos jóvenes que le gritan: “abuela, ja som de primera”.

                      Ahora, allá en el cielo, su Toni estará exclamando: “per fí ,caguendéu!” mientras Dios, a su lado, se rie a carcajadas.

                      Joder…me he emocionado

                      Viéndolo desde fuera, es brutal (Y)

                      Algo así debe escribir alguien en versión zaragocista cuando se acabe el pasear por el desierto.

                      But now the dreams and waking screams
                      That ever last the night
                      So build a wall behind it crawl
                      And hide until it's light
                      So can't you hear your babies crying now...

                      1 Respuesta Última respuesta Responder Citar 0
                      • MalcontentM Desconectado
                        Malcontent Moderador
                        Última edición por

                        Señores, ayer di con esto en LAS PROVINCIAS:
                        https://www.lasprovincias.es/comunitat/opinion/abuelo-vicente-20190530003616-ntvo.html

                        ¿CASUALIDAD? ¿PROVOCACIÓN?

                        🤔

                        I'll See What I Can Do

                        rana baileysR 1 Respuesta Última respuesta Responder Citar 0
                        • rana baileysR Desconectado
                          rana baileys @Malcontent
                          Última edición por

                          @Malcontent dijo en La abuela Vicenta:

                          Señores, ayer di con esto en LAS PROVINCIAS:
                          https://www.lasprovincias.es/comunitat/opinion/abuelo-vicente-20190530003616-ntvo.html

                          ¿CASUALIDAD? ¿PROVOCACIÓN?

                          🤔

                          Será casualidad (o como lo queramos llamar) como lo de Morales y Roger en San Mamés.

                          Refets de l'enclusa del advers
                          de la ma d'un somni que torna
                          units per l'amor a uns colors
                          tot cor des de 1909

                          L 1 Respuesta Última respuesta Responder Citar 0
                          • L Desconectado
                            levante39 @rana baileys
                            Última edición por levante39

                            @rana-baileys dijo en La abuela Vicenta:

                            @Malcontent dijo en La abuela Vicenta:

                            Señores, ayer di con esto en LAS PROVINCIAS:
                            https://www.lasprovincias.es/comunitat/opinion/abuelo-vicente-20190530003616-ntvo.html

                            ¿CASUALIDAD? ¿PROVOCACIÓN?

                            🤔

                            Será casualidad (o como lo queramos llamar) como lo de Morales y Roger en San Mamés.

                            socarraet13 27 de jul. de 2015 21:39
                            @lolaila:

                            Son las nueve y media de la noche y ya anochece en el Cabanyal. Vicenta está sola tomando la fresca sentada en la acera delante de su casita coqueta y centenaria. Su enjuto y octogenario cuerpo es sostenido sin dificultad por una silla de playa de patas oxidadas comprada aquel mismo lejano año en que tuvo su primera magefesa. En su mano izquierda sujeta una bandera blaugrana, ya muy ajada, y con la derecha saluda a los coches alocadamente conducidos por veinteañeros que hacen su particular rallie por los estrechas callejuelas de los poblados marítimos de Valencia, haciendo ostentación de fanatismo levantinista. Apenas pasan a dos ó tres metros de ella y Vicenta, aunque las cataratas casi no le dejan verlos, percibe enormes vaharadas de felicidad procedentes de aquellos ruidosos jóvenes que sin duda acabarán destrozando las bocinas de sus autos.

                            Desde que Toni murió, el mismo día que aquel guardia civil bigotudo tan maleducado y feo montase aquel lío en Madrid -ella cree que deben de haber pasado más de veinte años pero no estaría segura- Vicenta no se había sentido tan feliz. Ni siquiera cuando su hijo le dio su primer nieto, Ximet, pocos meses después de que Toni no volviese a casa y se quedase para siempre faenando en la mar.

                            A ella no le gusta el futbol, es más, en vida de Toni lo odiaba. Ella hubiera deseado que su Toni le llevara a pasear por la calle Colón, por la Plaza del Generalísimo, por la calle de la Paz,…en lugar de irse con sus amigotes de cofradía al Vallejo, el campo del Levante, a chillar y gritar como monos en celo. Además casi siempre venía disgustado y, aunque en casi veinte años de matrimonio nunca le había puesto la mano encima, ella no podía evitar sentir cierta sensación difusa parecida al miedo cuando su hombretón, con su uno ochenta y pico y sus noventa y largos kilos de peso, venía enfadado como si mil demonios se hubiesen apropiado de su alma.

                            Ella le achacaba enfadarse por tonterías y el le respondía que se enfadaba “porque me da la gana” y que "a vore si, damunt de que vam perdre una guerra, almenys puc tindre l'alegria que el meu equip guanye algun partit, caguendéu!". Cuando estaba muy enfadado siempre su valenciano se volvía muy agreste y siempre, pero es que siempre, soltaba la palabreja de marras ante la cual Vicenta se precitaba a santiguarse con movimientos rápidos como si el hecho de que pasaran más de dos segundos entre el cagüendios y su piadoso gesto inevitablemente fuese a conducirlos al infierno a los dos.

                            Cuando él no volvió, a Vicenta todo le evocaba a Toni: objetos, olores, sonidos,…Pero el paso del tiempo fue borrando de forma imperceptible aunque continua e inexorable, la memoria de su marido, hasta que llegó un día, para su íntimo escándalo, en que se dio cuenta de que ya no era capaz de evocar con precisión el rostro de aquel hombre al que había adorado desde el primer día en que lo vio sentado en aquel banco del parque. Aquel día recién acabada la guerra en que él, viéndola devorar en dos bocados un panecillo negro como el carbón, le regaló el suyo, mientras le mentía en aquel castellano forzado: “no se preocupe señorita, yo hoy he comido un buen plato de judías y la verdad, no tengo mucha hambre”.

                            Hasta que un lluvioso sábado de noviembre, hace ya muchos otoños, Vicenta, aburrida y sin saber muy bien que hacer, encendió el viejo telefunken del salón y allí, en aquel nuevo canal en el que hablaban en valenciano, estaba el dichoso Levante jugando un partido a vida ó muerte en un desvencijado campo de algún pueblo no muy lejano. Y perdía cuatro a cero. Y Vicenta vio a su marido allí, a su lado, con absoluta nitidez. Lo vio enfadado, encolerizado, gritando “ja hi ha prou, caguendéu!” . Y Vicenta lloró. Lloró como no había llorado en su vida, lloró todo lo que no había llorado en muchos años. Lloró hasta creer que no podría parar de hacerlo nunca.

                            Cuando despertó, poco antes del amanecer, Vicenta ya no lloraba. Buscó y rebuscó por toda la casa hasta que encontró la vieja bandera que su hijo y su marido llevaban cada quince días desde la Malvarrosa hasta el Vallejo en aquel tranvía. Esa bandera que desde hace diecinueve temporadas ahora lleva ella al Ciudad de Valencia. La misma bandera con la que está saludando a esos jóvenes que le gritan: “abuela, ja som de primera”.

                            Ahora, allá en el cielo, su Toni estará exclamando: “per fí ,caguendéu!” mientras Dios, a su lado, se rie a carcajadas.

                            1 Respuesta Última respuesta Responder Citar 0
                            • rana baileysR Desconectado
                              rana baileys
                              Última edición por

                              Este mensaje creo que es de unos 10 años antes.

                              Refets de l'enclusa del advers
                              de la ma d'un somni que torna
                              units per l'amor a uns colors
                              tot cor des de 1909

                              1 Respuesta Última respuesta Responder Citar 0
                              • joscbfJ Desconectado
                                joscbf
                                Última edición por

                                Vamos a darle un poco de emotividad a esto con un clásico, que estamos a 23 horas de una eliminatoria que marcará nuestro futuro y estáis muy sosos, más pendientes de los fichajes de la temporada que viene que de lo que nos jugamos.

                                1.776

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