Pedro Catalán Aznar | 10/06/2012
Amanece y Valencia sigue triste. El corazón de los levantinistas esta dolido. Manuel Preciado ha muerto hace dos días precisamente aquí, repentinamente, por un fulminante ataque a su corazón. En ese corazón estábamos todos los que hemos tenido la fortuna de conocerle, porque conocerle era disfrutar de su amistad, de su alegría y de su bondad.
Ese corazón que había sufrido los mas duros golpes que una persona puede recibir en la vida, latía en la persona de Manolo, que con su inteligencia, su razón y su fuerza iba devolviendo a la vida, por esos duros y dolorosos reveses, repartos de alegría e ilusión a las gentes donde ha estado trabajando en esa gran profesión de entrenador.
Conocí a Manolo cuando llego al Levante, cántabro, como toda la familia de mi esposa, casualidades de la vida. Un día le contó a mi hijo Quico, que en sus primeros años de juvenil había estado probando en las categoría inferiores del Real Madrid y que vivió en un hostal con otros compañeros. La dueña era de Santander, entonces Quico le dijo: " esa señora es mi abuela" .
Manolo Preciado ha sido el entrenador en la mas grande acepción de la palabra. Yo tuve la fortuna (hoy me parece todavía mayor) de hacer algunos viajes en la expedición del equipo en la temporada en la que fue nuestro entrenador. Manolo era el mister, era el líder, era el amigo, era querido, era respetado, era inteligente, muy listo y, sobre todo (y eso lo sabían los jugadores) un hombre de bien.
Manolo les apreciaba, les quería y les exigía y yo creo que siempre era justo consigo mismo y con ellos. Yo muchas veces observaba y sentía que entre ellos había felicidad.
Me viene a la memoria una anécdota: Desplazamiento a Salamanca, el mister llevaba a algún jugador de mas en la convocatoria. Cuando estabamos en el campo alguien comenta que no se viste un importante jugador en aquel equipo, David Aganzo. Volvimos a Valencia con los tres puntos y en el autobús vi al mister por el pasillo abrazado con Aganzo, quien le gritaba "Preciado vete ya!!". Yo se cuanto cariño siente David Aganzo por Manolo y cuanta amistad ha continuado entre aquellos futbolistas y aquel entrenador.
Nosotros, los levantinistas, tenemos a Manolo en la historia porque con sus méritos la escribió. Los levantinistas siempre hemos sido agradecidos, siempre hemos manifestado nuestra gratitud a los profesionales que han trabajado y que han defendido nuestros colores.
Nuestra afición se lo supo reconocer a Manolo.
Manuel Preciado solo estuvo esa temporada en e Levante, no llego al diez por ciento de la vida de nuestro club, pero dejo huella, la huella profesional del ascenso a Primera logrado con el; y la huella de su humildad, su sencillez, su amabilidad, su fuerza y su cariño por nuestra entidad.
Es bueno que nuestros nietos sepan que este hombre nos llevo con aquella magnifica plantilla a la Primera División en nuestro segundo ascenso después de cuarenta años.
Pienso mucho en esa frase que tanto nos acompaña ahora: "Que grande es ser pequeño", y es verdad, porque siendo pequeños también hemos podido tener a grandes y Manuel Preciado lo ha sido.
El futbol español, el deporte en general, sigue triste. La personalidad, la manera de hacer y su naturalidad para desarrollar su día a día han conquistado a toda la gente del deporte, desde deportistas a dirigentes y de ahí el impacto que en la sociedad su perdida ha producido. Esto es algo que el futbol no puede ignorar y debe valorar.
Don Manuel Preciado ha hecho un gran regalo al FÚTBOL! El fútbol debe saber referencias ese legado y saberlo potenciar.
En estos dias pasados, he perdido a mi padre, para mi ejemplo y referencia en la vida y, por tanto, en mi levantinismo. Muy niño, de su mano, empece a ir a Vallejo y mirándole me fui educando en el sentimiento del levantinismo humilde, familiar, que se alegraba tanto de las victorias pero que era resignado en las derrotas. En el 63 vivimos la felicidad del ascenso a Primera, sublime en aquel Vallejo abarrotado.
Hemos recibido innumerables muestras de condolencia (también de Manolo) que agradecemos infinitamente, así como las manifestaciones, noticias y obituarios que con tanta consideración y respeto se han escrito. Siento la pena y la esperanza. La esperanza me la da la fe en Dios, a quien elevo mis oraciones para que mi padre, Ramón Victoria y tantos levantinistas de bien hayan recibido en el cielo a Manolo diciéndole seguro: "Gracias por el ascenso del 2004".