Pongo aquí un retazo de... prehistoria. Un descubrimiento asombroso (y bastante reciente) que cambió la perspectiva sobre los albores de la humanidad.
Todo empieza con un chico llamado Bruno Kowalczewski, aficionado a la espeleología, que vivía cerca del pequeño pueblo de Bruniquel, en la región de Quercy, no lejos de Toulouse, en el Midi francés.
Un día de 1987, paseando por el campo descubrió lo que parecía una madriguera por la que salía una fuerte corriente de aire. Aquello prometía ser el respiradero de una caverna subterránea, y el avispado muchacho llamó a su padre, también espeleólogo aficionado. Juntos estuvieron dedicando ratos perdidos a cavar en la madriguera durante tres años. Finalmente, en 1990, lograron al fin alcanzar la cueva que había detrás.
Ayudados de otro espeleólogo local se dedicaron a recorrer la cueva para descubrir a unos 300 metros de la entrada, una gran caverna con estalactitas. Y en el centro de la misma, había una evidente barrera circular de estalactitas, cortadas y puestas en dos círculos adyacentes, uno más grande que el otro.
Asombrados con su descubrimiento, fueron a llamar a un arqueoespeleólogo, que se quedó tan asombrado como ellos. Además vio restos de estructuras que parecían de hogueras donde se hubiese hecho fuego. Tras mucho rebuscar encontraron un pequeño trozo de hueso calcinado y lo llevaron a datar con radiocarbono 14, dando en 1995 la antigüedad de... 47 mil años.
Altamira tiene unos 14 mil años, así como otras cuevas similares en Francia, que son las más antiguas en Europa. Más aún, no está claro que el homo sapiens llegase antes de hace 47mil años a Europa.
¿Ein?
El caso es que sin poder darle explicación ni a la estructura ni a su origen, aquello se publicó en una revista regional, y la cueva fue cerrada.
Pero eso no era nada. La cosa no había hecho más que empezar. Porque en realidad, el radiocarbono no había dado la fecha de la datación, sino la fecha mínima de la datación, ya que en muestras más antiguas no es eficaz.
Veinte años después del hallazgo, una prestigiosa arqueóloga, llamada Sophie Verheyden, que se hallaba de vacaciones en la zona, supo de la existencia de la cueva por una exposición fotográfica local y decidió reabrir el caso, fascinada.
¿Y qué pasó después?
Pues a leer. Os aseguro, para los que no lo conozcáis, que es alucinante.
https://twitter.com /itineratur/status/1624372872620777474?ref_src=twsrc