Para mí un gran derrotado, que es Rajoy, y dos vencedores: Arrimadas y Ciudadanos, y Puigdemont.
Catástrofe para el PP en Cataluña que, ojo, puede muy bien extenderse a toda España. Amenaza en toda regla al corrupto PP. Ojalá esto sirva para que el nefasto gallego, experto en no hacer nada, se largue a su casa, y pase por el banquillo que le corresponde. El partido en Cataluña ha pasado en 5 años del 13% de votos al 4,24% (de 19 diputados a 3). Es obvio que el votante tradicional del PP en Cataluña ha incrementado la tendencia que ya se vio en 2015 de considerar voto útil el de C´s.
Vencedora es Arrimadas, que ha logrado una victoria histórica: nunca un partido nacional había ganado las elecciones en Catalunya (el PSC siempre se ha considerado un partido autónomo federado al PSOE, así que es sólo "medio nacional"). Paradójicamente, un partido nacional nacido en Cataluña. Muy significativo. Pasa en 5 años del 7,6% de los sufragios al 25,37% (de 9 a 37). Multiplica por 3 su porcentaje de votos y por más de 4 el de escaños, quedando como primera fuerza del Parlament. Naturalmente, esto no le permitirá gobernar, porque carece de apoyos suficientes, pero moralmente es muy importante.
Los partidos constitucionalistas (C´s, PSC y PP), que obtuvieron el 39,11% de los votos en 2015, suben un discreto 4%, llegando al 43,49%, y pasan de 52 escaños a 57. Es una mejoría modesta. Pero se redistribuye el voto, y Ciudadanos capitaliza casi el 60% de todos los votos de esa tendencia. Probablemente su posición antinacionalista clara desde sus orígenes, y su programa coherente ha convencido a mucha gente, frente a los bandazos que sigue el PSOE en ese tema, y la ausencia de política desde el gobierno central del PP, que se ha limitado a aplicar decisiones judiciales, como si aquí no hubiese mucho que hablar de política.
El bloque independentista pasa del 47,8% de los votos en 2015 al 47,5%. O sea, que prácticamente repiten resultados, y de hecho pasan de 72 a 70 escaños, reteniendo mayoría absoluta por 2 escaños de diferencia. De hecho, ERC y la lista de Puigdemont, que incluye al PdeCat, mejoran incluso sus resultados por separado que cuando concurrieron juntos como JxSí (39,59% en 2015 y 43,04% en 2017). El descenso proviene del ya esperado batacazo de la revolucionaria CUP, que pierde la mitad de votos y más de la mitad de escaños. No obstante, seguirán siendo necesarios para que Puigdemont y ERC formen gobierno.
En el campo independentista hay un claro vencedor, y es Puigdemont, al que casi se le daba por finiquitado políticamente cuando escapó a Bélgica, y al que las encuestas no daban más de 26-28 escaños en las más optimistas. Desde Bruselas ha montado una campaña basada en la telepredicación, el mesianismo y las declaraciones estrafalarias. Su lista era personal, y no la del PDeCat (que de hecho, está bastante opacado en la misma por la figura del president y de muchas personalidades de la vida civil no adscritas) y el éxito, por tanto, es suyo, y también de la ANC, que finalmente se decidió por apoyar su candidatura. Y un pequeño derrotado, que es Junqueras, a quien las encuestas daban como primero o como mucho segundo, y ha acabado en tercera posición, a sólo 11.000 votos de Puigdemont, pero 2 escaños, que es un mundo. Por primera vez en su historia, ERC ha jugado el papel de moderada dentro del independentismo (varios dirigentes han expresado su voluntad de diálogo) y no le ha salido bien, amén de que Rovira como candidata ha sido un fracaso, por su falta de empatía y de capacidad de comunicación. Es cierto que obtiene los mejores resultados de su historia (en 2012 obtuvo el 13,7% de los votos y 21 escaños, frente al 21,4% y 32 escaños de ahora) pero se esperaban mucho mejores. No obstante, creo que Junqueras reviscolará. Tiene detrás un partido más cohesionado en torno a su liderazgo, así como el pedigrí de independentista de toda la vida, y puede esperar. Puigdemont tiene un montón de nombres más o menos populares, pero poco acostumbrados a las disciplinas de partido que impone el poder. Todo recae en su figura, y eso es un arma de dos filos. Si él tropieza, su candidatura perderá votos a toda pastilla. Debe manejar su figura de mártir con cuidado. Será el próximo president, pero no lo tendrá fácil si ERC decide no cooperar plenamente, como en la pasada legislatura.
Otro pequeño (o gran, según se vea) derrotado es Pablo Iglesias, que hipotecó una parte de la popularidad de Podemos al proyecto de Ada Colau, teóricamente integrador y popular. No es que no haya hablado Doménech de temas sociales, que lo ha hecho, y mucho, pero está todo demasiado polarizado, y mucho de su voto se ha ido a ERC o a PSC. Cataluña en Comú-Podem pasa de 8,94% y 11 escaños a 7,45% y 8 escaños. Un retroceso moderado, pero que les aleja de la posibilidad de ser partido bisagra o socio obligado para el nuevo gobierno, que era la baza a la que jugaban. Un fracaso del que habrá que ver como se recupera Podemos.
El independentismo está exultante porque las encuestas vaticinaban en su mayoría que no podrían repetir mayoría absoluta. Y hacen bien en estar eufóricos: el fiasco de la RCI chupiguay que entraría por la puerta grande en el club de países prósperos de Europa no les ha pasado factura. El discurso del victimismo llevado al paroxismo en una clientela ya sensibilizada con esa forma de hacer política, les ha salido rentable. Gracias en buena medida a las porras de la policía del 1-O y al empeño del gobierno por convertir esto en un tema judicial y evitar hablar de política salvo para repetir machaconamente lo de la Constitución por aquí y por allá, cuando nadie en su sano juicio (ni sus votantes) piensa que sea intocable.
Pero sería más conveniente para ellos ver con más frialdad las cifras: el independentismo repite, pero el constitucionalismo sube y la diferencia se estrecha. Ahora están 47,5% a 43,5% (y el 7,5% de Podemos no secunda la DUI, evidentemente, o hubiese votado a otro partido). Quien piense que al independentismo le va bien así, yerra de cálculo. No sólo hay casi un empate técnico, y por tanto la sociedad catalana está partida (lo cual es malísimo), sino que ahora los anti independentistas tiene un partido y una figura referencia a la que seguir. Dentro del campo constitucionalista ha triunfado quien menos complejos y más claro lo tiene en su lucha contra el nacionalismo (del mismo modo que en el independentista ha triunfado quien más ha reivindicado la validez de la DUI). Ciudadanos va a ejercer una oposición feroz, nada de las manos tendidas (aunque fuese retóricamente) del padre Iceta.
Ahora hay que formar gobierno y gobernar. Y todo tiene pinta de que la situación se va a prolongar agónicamente con esta incertidumbre. A estas alturas, a Puigdemont no le queda más carta que jugar que la de provocar una reacción violenta del estado y conseguir al fin la tan ansiada intervención internacional. Si la partida se prolonga, el gobierno central tiene muchos más triunfos en la mano. Pero con el incompetente M. Rajoy al mando, todo es susceptible de empeorar.
Todo ha quedado más o menos igual: muy malas noticias para Cataluña.
No dudo que sea un buen registrador de la propiedad. Y hasta puede que hubiese sido un buen secretario de estado de comercio, o de hacienda o de interior. Pero como presidente del gobierno este tío es una desgracia.
Porque esa es otra: estas elecciones van a influir en la política nacional. O Soraya da ya el golpe de Estado, o el gran triunfador de ayer va a ser Albert Rivera.