Los muertos por el coronavirus alcanzan ya 2.700 en nuestro país, sin contar los del resto del mundo, donde la pandemia ha explotado con mayor fuerza que (según las cifras oficiales) en la propia China.
Son muertes terribles, primero porque son por ahogamiento (aunque naturalmente, se seda a los pacientes para que no se enteren de nada), segundo porque es posible que algunas de ellas se hayan producido por retraso o colapso de los sistemas sanitarios que deberían haberlas atendido, tercero porque siempre nos quedará la terrible duda de cuántas de ellas se podrían haber evitado de haber implementado medidas de aislamiento e higiene estrictos mucho antes.
Y dos consideraciones más: primera, el 75% de los que mueren son ancianos con enfermedades previas (si anciano es un mayor de 65 años), pero no todos, ni mucho menos, eran abuelos demenciados y muy deteriorados a los que un catarro o gripe hubiese matado igual. Muchos eran personas con vidas normales y enfermedades controladas, a los que aún les quedaban muchos años de vida. Eso duele mucho, claro está. Además hay un 25 de personas más jóvenes y sin enfermedades previas. Poco se habla de ellos, esta enfermedad nos puede golpear a cualquiera. Resulta, no sólo insolidario, sino temerario, no cumplir el aislamiento porque pensemos que total, se vana morir los abuelos currupios y yo no (estilo Boris Johnson, aunque ha cambiado en pocos días de discurso, cuando se ha visto el merder encima).
Segunda, estas muertes añaden un dolor aún más íntimo y terrible: para evitar el contagio, los afectados son ingresados o incluso recogidos de sus casas y aislados completamente hasta que se curan o mueren. Van a morirse SOLOS, sin familiares que les acompañen, sin poder despedirse de los suyos (la gran mayoría se mueren intubados), sin poder hacer las disposiciones que consideren. Con suerte, una enfermera completamente enfundada a la que no le verán la cara, les tomará de la mano mientras se despiden de este mundo. Sus familiares no podrán decirles adiós, ni siquiera podrán organizar un velatorio o un funeral. Es terrible.
Os ruego una oración por todas estas personas y sus familias, que podríamos ser nosotros si no lo somos ya.
Y si no sois creyentes, meditad sobre ellas y tenedlas en vuestro recuerdo y pensamiento. Somos una comunidad de personas, y debemos cuidarnos unos a otros.
Ánimo con el confinamiento.