@rana-baileys Juan Pablo II encargó al nuncio en EEUU y a tres obispos americanos que le informaran sobre las acusaciones a McCarrick. Ninguno de ellos realizó una investigación exhaustiva, todos ellos divagaron en sus contestaciones, dando a entender que no estaban seguros de la veracidad de las acusaciones.
Tal vez deberíamos preguntarnos porqué dichos supuestos supervisores fallaron de ese modo. Mera negligencia, o tal vez complicidad en algún caso. En aquella época se tendía a pensar que todas las acusaciones estaban hechas por desequilibrados que buscaban notoriedad, y propagadas por los medios enemigos de la Iglesia.
En su diócesis, todos los que trabajaban en el arzobispado conocían la casa de la playa a la que su ilustrísima llevaba seminaristas jovencitos e influenciables.
Wojtyla era un hombre de carácter fuerte, lo cual apareja virtudes y defectos. Optó por querer creer que los cargos eran infundios, e imprudentemente elevó a McCarrick, probablemente por motivos puramente estratégicos (la cuota gringa).
También es posible que fuese encubierto por sus amigos del lobby que se intercambiaba curas jovencitos y disponibles incluso a través del océano Atlántico, y que tenían unas señas convenidas para identificarse.
Conociendo al polaco, es muy improbable que hubiese elevado al cardenalicio a McCarrick si hubiese creído que era un acosador sexual compulsivo. Tendría muchos defectos, pero ese no.
Por otra parte, el reparto de capelos, de los que Juan Pablo II hizo legión, es más indiscriminado de lo que se cree. De hecho, él hizo cardenales a sus dos sucesores, y no puede haber dos papas más dispares.
Por lo demás, McCarrick no está en la cárcel porque en su momento sus víctimas, por la razón que fuera, no lo denunciaron en los tribunales. Hoy en día eso ya no pasaría.