@hoosier:
No estoy muy de acuerdo contigo. Hay Tribunales de Cuentas para la Generalitat y los Ayuntamientos y, sin embargo, la situación es un desastre del cual ya veremos como salimos. El problema de fondo está en el gobierno corporativo de los clubes, en lograr un equilibrio razonable entre los distintos objetivos de un club de fútbol, sujetos por supuesto a una restricción presupuestaria.
Esto del fair play financiero me parece, por decirlo llanamente, UNA MEMEZ. Nadie podrá impedir que el Abramovich de turno ficche al jugador que le venga en gana, genere o no genere su equipo suficiente dinero vendiendo abonos y camisetas. Es un absurdo intento de ponerle puertas al campo. Si no quieres mecenas caprichosos, lo que tienes que hacer es lo que hacen en Alemania: dar el control a los aficionados.
La segunda cuestión esencial es aplicar a rajatabla los descensos de categoría para equipos que no pagan. No es muy difícil: Zaragoza A SEGUNDA. RAYO A SEGUNDA. Mientras esto no pase, no hay tribunal de cuentas, ni organismo capaz de poner a estos en cintura. Te lo digo yo.
Bajando a los clubes con deudas lo único que se consigue es que los jugadores se quedan definitivamente sin cobrar. Si a nosotros nos hubieran bajado a 2ª B en su día, ninguno de los acreedores hubiera cobrado, e incluso con liquidación de la sociedad no hubiese alcanzado para todos.
La solución es aplicar controles preventivos, de manera que para determinados niveles de deuda y déficit se prohiba pagar traspasos, fichar jugadores de más de una ficha tope, se fiscalicen las operaciones con empresas vinculadas a los administradores (que por ahí roban a saco, etc..). Por ejemplo, al Zaragoza ya se le debía haber puesto la prohibición de fichajes con traspaso y de fichas altas, pues si sigue derrochando así no tendrá ya salvación. La situación de muchos clubes viene de temporadas atrás, pero no se ha hecho nada por frenar el derroche, cuando no el expolio.
La coacción del descenso servía cuando los presidentes eran de unos colores y ponían el dinero para salvarlos; pero ahora son inversores independientes que, cuando lo han exprimido, abandonan el barco.